21 de agosto de 2005

Cuando me vaya de acá

Todas mis esperanzas se centran en ese minuto incierto que estoy por construirme. Mi tiempo no camina como todo el mundo cree que debió caminar, sino con los ojos de una Pitonisa anunciando cambios inesperadamente.

El día de hoy, por ejemplo, fue prácticamente un día lleno de sueño. Y digo eso porque gran parte de lo que recordaré de este día de hoy tiene que ver con haber presagiado en sueños cosas que viví durante la tarde. Sin salir de casa.

Soñé con personas que necesitaban a un caudillo en algún pueblo, y a falta de uno, ejércitos guerrilleros terminaban precipitándose sobre las calles y las plazas, sobre las estancias de granjeros, y recorriendo esperanzados las vías del destino. Yo les veía desvivirse en encrucijadas y cerros, y corría con ellos.

Soñé con una vuelta mágica a mi liceo, al patio en donde tocaba guitarra, y las ganas de desenterrar algo escondido y secreto, cosa que terminaba por hacer. Hallé papeles con anotaciones, cartas de amor, sencillos dibujos de mitad de clase. Y al desenterrarla, cerraba un cabo suelto en mi corazón.

Soñé con conversaciones que nunca tuve, conversaciones que quise tener en mi vida. Y lo más curioso es que tenían que ver con lo que otras personas tenían que decirme a mí, no con cosas pendientes mías. Y también era curioso que, al escucharlas, no resolvían nada dentro de mí. Yo ya había cerrado mis temas.

Soñé que soñaba tanto que mis días no eran sueños, sino que mis noches eran vigilia, y que crecía en mi la quietud de saber que era consciente de todas mis imaginaciones. Como siempre. Como todas las veces que imagino fantasías. Y luego volvía a mi sueño primero, al que estaba teniendo hoy día.

Y cuando abrí por fin los ojos, ahí estaba yo, en la calma, esperando, sabiendo que este día sería de quietud y de estar en paz.

Y más tarde hubo la lluvia, empecinada en caer, justo antes del atardecer, que por lo demás, llenó de colores mis ojos. Como estaba solo mirando, pude mirarme solo, desde mi ventana, en mitad de la lluvia, mirando la tarde en despedida, con todos los amarillos gritando su intensidad, y el sol ocultándose tras un cerro muy familiar. Y pensé en que cuando me vaya de acá, será para buscar otros atardeceres más intensos, más profundos, más llenos de sentido.

Desde mi ventana

Ricardo I.

1 comentario:

  1. Nostálgicos sueños. Quizás hubo cosas pendientes. Creo que la lluvia fue el atardecer. Llegué aquí de casualidad jejje ojalá no te moleste. Saludos

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