- El asesino en realidad es una persona que tiene una alteración en su funcionamiento normal. Es un “enfermo mental” si es que existe tal cosa. O su funcionamiento es cuando menos psicopático, y por ser psicópata, no tiene capacidad de aprender de sus errores o de asimilar las consecuencias de sus actos. O sea, no aprende de castigos ejemplares hechos sobre terceros.
- El asesino lo hace por un interés determinado. Es profesional. Lo hace a sangre fría como parte de un encargo, o como parte de una maquinaria que le respalda para ello (p. ej., el ejército).
- El asesino es un “criminal pasional”. Lo hace llevado por el momento. Ejemplo: señora llega a casa y encuentra a su marido con otra mujer, y en un rapto de furia, mata a ambos.
¿Sirve la pena de muerte para des-motivar a nuevos delincuentes? No. Por razones obvias. En el caso del “enfermo mental” o psicópata, este no aprenderá de la ejemplaridad del castigo. En el caso del "asesino profesional", este tiene una conducta desconectada de su impulso y lo asume como un trabajo, y ahí la pena de muerte no motiva ni desmotiva ni un ápice su voluntad de matar. Y en el tercer caso, en medio del “rapto de furia” o de “celos” ¿habrá espacio para pensar en la pena de muerte como una alternativa posible si mato a mi marido y su amante?
O sea, fuera de cualquier disquisición ética o religiosa, en términos prácticos, la pena de muerte no desmotiva la comisión de crímenes. Por ninguna parte.
Así es que a los defensores de la pena de muerte, hablemos claro: si lo que quieres es instaurar la pena de muerte para dar espacio a una venganza arbitrada por el Estado, diganlo de frente. No apelen al dolor de la familia, aprovechando el momento tal como la diputada. No enrostren nada al Gobierno y al Estado. Sean sinceros: quieren institucionalizar la venganza. No lo comparto, y no pienso criticarlo tampoco. Es vuestra opinión. Sólo pido sinceridad.
Gracias
Ricardo I.