Nosotros nos incorporamos tarde, por cierto. El asunto estaba programado a las 11 de la mañana, y según supimos en la noche, en realidad, ya había personas congregándose desde las 9 de la mañana. La fiesta era enorme, calculamos rápidamente que éramos cerca de 50 mil personas. Caballeros y señoras alzando brazos, niñas y niños felices de compartir con sus padres, teatro callejero interactuando con todo el mundo, jóvenes compartiendo botellas de agua, extranjeros felices de conocer nuestra tierra, miles de carteles y banderas ondeando y coloreando el día, travestis orgullosos de su sexualidad, garotas bailando batucadas, mapuches que no lucían como minoría. En resumen, un encuentro humano y emocionante.
Y eso fue durante cuatro horas. NINGÚN medio de comunicación cubrió algo de esto. Cuando llegamos a casa y vimos los noticiarios, parecía que habíamos estado en otro lugar. Sólo se comentaba los desmanes causados por grupos de infiltrados (no hay otra manera plausible de explicarlo), y lo terrible que fue el enfrentamiento con carabineros. No se dijo que sólo fueron los últimos veinte minutos, y que los organizadores del evento detuvieron el Acto Cultural, ante lo cual las personas que allí estábamos nos retiramos pacíficamente.
Disculpen: cuando decimos que ningún medio cubrió esto nos referimos a que, a pesar de que estaban allí, las cámaras estaban apagadas. Y si grabaron algo, muy poco de ello apareció en los noticiarios. O sea, la felicidad de muchos chilenos manifestándose en la calle no es noticia. ¿No sube el rating ver un espectáculo de democracia real en plena urbe? Para sorprenderse ¿o ya no?.
Estamos totalmente de acuerdo en que se sepa en detalle los desmanes ocasionados. Nada nos gustaría más que se detuviera a los responsables por atentar contra la participación de familias completas que disfrutaban de este evento; que sean debidamente ajusticiados y respondiesen monetariamente a los afectados. Pero hemos visto, de primera mano, que no hubo equilibrio periodístico en pantalla, y que las cámaras siguen designios que parecen no corresponderse con la realidad.
Creemos que el Gobierno fue sumamente acertado al permitir esta manifestación. Coincidimos en que no hay razón para no permitir que personas de este país, a título de ser simplemente ciudadanos, se reúnan para expresar su opinión. Y siendo testigos de primera línea, nos sentimos privilegiados de haber participado de ese otro mundo posible en pleno Santiago, y haber puesto en común nuestros sueños.
(Enviado por Ricardo Alarcón M. y M. Josefina Pérez C. a las Cartas al Director de Diario El Mercurio, Chile, con motivo de las actividades realizadas en la capital en contra de la Cumbre APEC 2004. La carta no fue publicada)
28 de diciembre de 2004
20 de diciembre de 2004
Medios de Comunicación: Formas y Contenidos en las Pantallas.
Introducción
Es un hecho innegable que la mayoría de las personas en nuestro país pasamos varias horas frente a las pantallas. Las pantallas en general consumen nuestra atención en forma importante, ya sea en forma de cine, televisión o computador. Pero también es innegable que muy pocas personas cuestionan, analizan o por lo menos comentan el material captado por su retina. Para que esta “pequeña fracción de público” aumente y se transforme a la larga en mayoría, es que me lanzo a examinar algunos puntos de vista personales acerca de la forma y el contenido de lo que vemos por las pantallas.
Medios de Comunicación con Pantalla
En primer lugar diré que, en mi opinión, de todos los medios de comunicación de masa (mass media), los que parecen más efectivos son aquellos que tienen pantalla, y son justamente los que me interesa examinar aquí. Estos “medios de comunicación con pantalla” constituyen verdaderos “menús” para elegir qué servirse: televisión sola; televisión “con agregado” (llámese videograbador, cable o TV satelital; o bien una combinatoria de estos); televisión “con agregado y una papa frita” (lo mismo del anterior pero con cine, aunque la papa frita a la larga se convierte en agregado); o televisión “con agregado, una papa frita y una bebida” (el anterior pero con Internet, destinado a refrescar y contactarse con todo lo demás que entra al estomago). La “cantidad de calorías” que uno consuma dependería del poder adquisitivo del consumidor.
En segundo lugar, contrario a lo que se nos enseña a diario, no todas las personas tienen acceso a todas las pantallas. O por lo menos, no de la misma forma. Muchos ven televisión. Muchos, pero menos, ven televisión con cable, y son todavía menos los que ven cine. Una cantidad aún menor tiene acceso a Internet. En Chile, como en casi todo el mundo, estos grupos no son excluyentes, pero a pesar de eso se puede afirmar que un porcentaje significativo de la sociedad tiene acceso a los medios de comunicación de pantalla.
Pantalla restringida
Los contenidos que ve en pantalla una familia que sólo tiene acceso a la televisión abierta obedecen, según mi apreciación, a un tópico claro y definido: el tópico de la desinformación mediante la malinformación. Empezando por los matinales, y terminando con las películas de última función, todos los canales parecen perseguir un fin único: parcializar los contenidos, contradecir la noticia, maquillar el pasado para que el futuro parezca mejor. Tal vez lo que aparece en pantalla sea verdad, pero casi siempre es una parte de la verdad (suponiendo que la verdad sea divisible). La televisión nacional se transforma así en una pantalla “restringida”, no por su accesibilidad, sino por sus contenidos. “Restringida” en el sentido de que lo que aparece ya ha sido recortado previamente (las noticias, las películas, los programas, etc), para manifestar indirectamente ideologías y manejar la opinión pública. Un ejemplo claro es que, mientras un canal muestra casi todo el itinerario diario del presidente en el noticiario, el otro muestra los actos de delincuencia del día y las situaciones de injusticia social más candentes.
Pareciera ser que lo único que no se recorta son los comerciales, porque en el fondo se cambia su formato (muchos comerciales son reciclados o re-utilizados, dependiendo de la estrategia publicitaria de turno), pero no se recorta su espacio dentro de la programación.
Pantalla ampliada
En el caso de que saltemos a la televisión por cable o satelital, las opciones aumentan, y con ello, los contenidos. Sin detenerme en el fenómeno del “zapping” (fenómeno que merecería una tesis completa por sí solo), me gustaría examinar el tema de los contenidos en esta pantalla “ampliada”.
Desde mi punto de vista, hay dos tópicos o temáticas que parecen estarse repitiendo con cierta frecuencia en la televisión (cable y satelital) y el cine de fin-principio de siglo. Por un lado tenemos el que llamaría tópico de la realidad-cruda, o del impacto visual, representado por una amplia gama de programas y películas de calidad variable, tales como “The Real Life”, “Taxicab Confessions”, “Ocho milímetros” o “The Blair Witch Project”, por nombrar algunas. También incluiría en esta categoría los noticiarios que muestran bombardeos, asesinatos en vivo, y tragedias públicas para impactar al telespectador. Lo que interesa aquí es justamente eso: el impacto y la crudeza de lo real, y en el caso de las películas, la posibilidad de que lo que nos muestran puede ser real también. El efecto que causa este tipo de contenidos aún no está claramente definido y, por supuesto, las posiciones al respecto son extremas. Hay quienes argumentan que las imágenes explícitas dejan algo así como “moralejas”, como en el caso de las “Confesiones de Taxi” o documentales parecidos. Pero en otros casos no se podría definir si es por educar/formar o por el simple hecho de explotar el morbo. Un ejemplo: un periodista, durante las inundaciones de un país sudamericano, entrevista a una niña que está atorada en un alud de barro. El agua le llega hasta la cintura, y continúa subiendo. A pesar de los esfuerzos de los equipos de rescate, la niña no puede ser liberada, y la cámara de televisión capta toda la historia hasta la muerte de la niña. ¿No hubiera sido mejor apagar la cámara y dejarla morir en paz, y no delante de miles de personas que lo vieron en directo por televisión?.
Por otro lado tenemos un tópico más de ciencia ficción, casi contrapuesto al anterior, que llamaría el tópico de la realidad-falseada, o de la conspiración. En este tópico se aseguraría que la realidad no es real, y que de alguna forma somos dominados por una entidad o un colectivo ajeno a nosotros mediante esta “impresión de realidad”. Aunque el formato más nuevo de este tipo de contenidos se le puede adjudicar a “The Matrix”, encontraremos otros rastros en el cine (“Dark City”, “Abre los ojos”, y hasta “Men in Black”); y en la televisión (series como “The X-files”, algún capítulo de "The Twilight Zone"); y hasta en los medios que no son pantalla, como literatura (Jorge Luis Borges, Ray Bradbury, George Orwell, etc.) y cómic. De todas maneras, este tópico tiene su alcance (por ejemplo, y con menos ciencia ficción, en los opositores al “sistema imperante”) y no carece de adeptos y “creyentes”. Además, llevado al extremo, resulta ser un tópico circular: los medios nos conscientizan de que existe una conspiración, pero esos medios y su información son parte de la conspiración...
Internet o la Pantalla Globalizada
Cuando salimos del ámbito de las pantallas “restringida” y “ampliada”, o sea, de la televisión, nos sumergimos en Internet. Esta es una pantalla que ofrece algunas características particulares de intercomunicación, y una inmensa variedad de contenidos. Ambos fenómenos a la larga devienen interferencia: estaremos viendo una película, una foto, leyendo un artículo científico y enviando un correo y “chateando” casi al mismo tiempo.
Los contenidos de esta pantalla “globalizada” son los mismos que los de las otras dos pantallas, pero aquí aparecen superpuestos, y difuminados, de tal manera que no se sabe donde termina uno y comienza el otro. Con el compromiso de “acceder a toda la información del mundo”, uno (como usuario) se hunde y se envuelve en una maraña indefinida de contenidos, y queda literalmente atrapado en la red.
Por esta difuminación de contenidos, navegamos en una multiplicidad de nodos de información que se podrían clasificar temáticamente en cualquiera de los últimos dos tópicos mencionados a propósito de la pantalla “ampliada” (de la realidad-cruda y de la realidad falseada). En efecto, uno recorre desde un extremo a otro en una especie de continuo, en donde encontramos desde gente que se quiere “saciar” de realidad hasta gente que desconfía totalmente de la realidad. Y finalmente, luego de pasearnos horas y horas tratando de safarnos de la red, se cumple en nosotros el objetivo del primer tópico mencionado en la pantalla “restringida” (el de la desinformación), pero en este caso por el exceso de contenidos que batallan por atrapar nuestra atención.
Los otros medios. El asunto del criterio
Por lo atractiva que resulta la pantalla, los otros medios de comunicación son desplazados o pierden público. En los países sub-desarrollados este proceso ha tardado (y tardará) porque la igualdad de acceso a las grandes carreteras de la información dista mucho de concretarse.
A este respecto, me parece de vital importancia el incentivo que debe hacerse en pro del uso de los medios de comunicación que no tienen pantalla, principalmente el libro y la radio. El libro, porque se trata de un formato que constituye un patrimonio cultural indiscutido (no me gustaría que “Farenheit” de Bradbury se hiciera realidad); y la radio porque en general se la percibe como más “cercana a las personas” que otros medios. Por otro parte, es importante también el incentivar la apertura de espacios de recreación no circunscritos a lo que ofrecen los medios de comunicación, y que permitan mayor relación con otras personas, o sea, mayor interacción basada en la experiencia directa.
Finalmente, debo aclarar que no pretendo descalificar los contenidos de los medios de comunicación con pantalla. La elección de los mejores contenidos para cada uno será un asunto de criterio. Criterio para ver tal o cual canal; criterio para ver una película u otra; criterio para visitar este sitio u otro. Pero ¿quién posee los criterios necesarios para seleccionar los contenidos a ser vistos? ¿Son en realidad necesarios estos criterios? ¿O en una sociedad como la nuestra estos criterios ya no se requieren? Además ¿qué lugar ocupa la censura dentro de todo este juego de “filtro de contenidos”? ¿o este filtro se puede lograr efectivamente sin necesidad de censuras?
En realidad, no pretendo dar respuesta a estas interrogante. Yo mismo aún me las planteo cada vez que enciendo la televisión, o cuando la apago, y me trato de responder. Pero creo que llegado este punto cada uno tendrá su opinión personal, y quizá mucho más interesante que la mía.
Es un hecho innegable que la mayoría de las personas en nuestro país pasamos varias horas frente a las pantallas. Las pantallas en general consumen nuestra atención en forma importante, ya sea en forma de cine, televisión o computador. Pero también es innegable que muy pocas personas cuestionan, analizan o por lo menos comentan el material captado por su retina. Para que esta “pequeña fracción de público” aumente y se transforme a la larga en mayoría, es que me lanzo a examinar algunos puntos de vista personales acerca de la forma y el contenido de lo que vemos por las pantallas.
Medios de Comunicación con Pantalla
En primer lugar diré que, en mi opinión, de todos los medios de comunicación de masa (mass media), los que parecen más efectivos son aquellos que tienen pantalla, y son justamente los que me interesa examinar aquí. Estos “medios de comunicación con pantalla” constituyen verdaderos “menús” para elegir qué servirse: televisión sola; televisión “con agregado” (llámese videograbador, cable o TV satelital; o bien una combinatoria de estos); televisión “con agregado y una papa frita” (lo mismo del anterior pero con cine, aunque la papa frita a la larga se convierte en agregado); o televisión “con agregado, una papa frita y una bebida” (el anterior pero con Internet, destinado a refrescar y contactarse con todo lo demás que entra al estomago). La “cantidad de calorías” que uno consuma dependería del poder adquisitivo del consumidor.
En segundo lugar, contrario a lo que se nos enseña a diario, no todas las personas tienen acceso a todas las pantallas. O por lo menos, no de la misma forma. Muchos ven televisión. Muchos, pero menos, ven televisión con cable, y son todavía menos los que ven cine. Una cantidad aún menor tiene acceso a Internet. En Chile, como en casi todo el mundo, estos grupos no son excluyentes, pero a pesar de eso se puede afirmar que un porcentaje significativo de la sociedad tiene acceso a los medios de comunicación de pantalla.
Pantalla restringida
Los contenidos que ve en pantalla una familia que sólo tiene acceso a la televisión abierta obedecen, según mi apreciación, a un tópico claro y definido: el tópico de la desinformación mediante la malinformación. Empezando por los matinales, y terminando con las películas de última función, todos los canales parecen perseguir un fin único: parcializar los contenidos, contradecir la noticia, maquillar el pasado para que el futuro parezca mejor. Tal vez lo que aparece en pantalla sea verdad, pero casi siempre es una parte de la verdad (suponiendo que la verdad sea divisible). La televisión nacional se transforma así en una pantalla “restringida”, no por su accesibilidad, sino por sus contenidos. “Restringida” en el sentido de que lo que aparece ya ha sido recortado previamente (las noticias, las películas, los programas, etc), para manifestar indirectamente ideologías y manejar la opinión pública. Un ejemplo claro es que, mientras un canal muestra casi todo el itinerario diario del presidente en el noticiario, el otro muestra los actos de delincuencia del día y las situaciones de injusticia social más candentes.
Pareciera ser que lo único que no se recorta son los comerciales, porque en el fondo se cambia su formato (muchos comerciales son reciclados o re-utilizados, dependiendo de la estrategia publicitaria de turno), pero no se recorta su espacio dentro de la programación.
Pantalla ampliada
En el caso de que saltemos a la televisión por cable o satelital, las opciones aumentan, y con ello, los contenidos. Sin detenerme en el fenómeno del “zapping” (fenómeno que merecería una tesis completa por sí solo), me gustaría examinar el tema de los contenidos en esta pantalla “ampliada”.
Desde mi punto de vista, hay dos tópicos o temáticas que parecen estarse repitiendo con cierta frecuencia en la televisión (cable y satelital) y el cine de fin-principio de siglo. Por un lado tenemos el que llamaría tópico de la realidad-cruda, o del impacto visual, representado por una amplia gama de programas y películas de calidad variable, tales como “The Real Life”, “Taxicab Confessions”, “Ocho milímetros” o “The Blair Witch Project”, por nombrar algunas. También incluiría en esta categoría los noticiarios que muestran bombardeos, asesinatos en vivo, y tragedias públicas para impactar al telespectador. Lo que interesa aquí es justamente eso: el impacto y la crudeza de lo real, y en el caso de las películas, la posibilidad de que lo que nos muestran puede ser real también. El efecto que causa este tipo de contenidos aún no está claramente definido y, por supuesto, las posiciones al respecto son extremas. Hay quienes argumentan que las imágenes explícitas dejan algo así como “moralejas”, como en el caso de las “Confesiones de Taxi” o documentales parecidos. Pero en otros casos no se podría definir si es por educar/formar o por el simple hecho de explotar el morbo. Un ejemplo: un periodista, durante las inundaciones de un país sudamericano, entrevista a una niña que está atorada en un alud de barro. El agua le llega hasta la cintura, y continúa subiendo. A pesar de los esfuerzos de los equipos de rescate, la niña no puede ser liberada, y la cámara de televisión capta toda la historia hasta la muerte de la niña. ¿No hubiera sido mejor apagar la cámara y dejarla morir en paz, y no delante de miles de personas que lo vieron en directo por televisión?.
Por otro lado tenemos un tópico más de ciencia ficción, casi contrapuesto al anterior, que llamaría el tópico de la realidad-falseada, o de la conspiración. En este tópico se aseguraría que la realidad no es real, y que de alguna forma somos dominados por una entidad o un colectivo ajeno a nosotros mediante esta “impresión de realidad”. Aunque el formato más nuevo de este tipo de contenidos se le puede adjudicar a “The Matrix”, encontraremos otros rastros en el cine (“Dark City”, “Abre los ojos”, y hasta “Men in Black”); y en la televisión (series como “The X-files”, algún capítulo de "The Twilight Zone"); y hasta en los medios que no son pantalla, como literatura (Jorge Luis Borges, Ray Bradbury, George Orwell, etc.) y cómic. De todas maneras, este tópico tiene su alcance (por ejemplo, y con menos ciencia ficción, en los opositores al “sistema imperante”) y no carece de adeptos y “creyentes”. Además, llevado al extremo, resulta ser un tópico circular: los medios nos conscientizan de que existe una conspiración, pero esos medios y su información son parte de la conspiración...
Internet o la Pantalla Globalizada
Cuando salimos del ámbito de las pantallas “restringida” y “ampliada”, o sea, de la televisión, nos sumergimos en Internet. Esta es una pantalla que ofrece algunas características particulares de intercomunicación, y una inmensa variedad de contenidos. Ambos fenómenos a la larga devienen interferencia: estaremos viendo una película, una foto, leyendo un artículo científico y enviando un correo y “chateando” casi al mismo tiempo.
Los contenidos de esta pantalla “globalizada” son los mismos que los de las otras dos pantallas, pero aquí aparecen superpuestos, y difuminados, de tal manera que no se sabe donde termina uno y comienza el otro. Con el compromiso de “acceder a toda la información del mundo”, uno (como usuario) se hunde y se envuelve en una maraña indefinida de contenidos, y queda literalmente atrapado en la red.
Por esta difuminación de contenidos, navegamos en una multiplicidad de nodos de información que se podrían clasificar temáticamente en cualquiera de los últimos dos tópicos mencionados a propósito de la pantalla “ampliada” (de la realidad-cruda y de la realidad falseada). En efecto, uno recorre desde un extremo a otro en una especie de continuo, en donde encontramos desde gente que se quiere “saciar” de realidad hasta gente que desconfía totalmente de la realidad. Y finalmente, luego de pasearnos horas y horas tratando de safarnos de la red, se cumple en nosotros el objetivo del primer tópico mencionado en la pantalla “restringida” (el de la desinformación), pero en este caso por el exceso de contenidos que batallan por atrapar nuestra atención.
Los otros medios. El asunto del criterio
Por lo atractiva que resulta la pantalla, los otros medios de comunicación son desplazados o pierden público. En los países sub-desarrollados este proceso ha tardado (y tardará) porque la igualdad de acceso a las grandes carreteras de la información dista mucho de concretarse.
A este respecto, me parece de vital importancia el incentivo que debe hacerse en pro del uso de los medios de comunicación que no tienen pantalla, principalmente el libro y la radio. El libro, porque se trata de un formato que constituye un patrimonio cultural indiscutido (no me gustaría que “Farenheit” de Bradbury se hiciera realidad); y la radio porque en general se la percibe como más “cercana a las personas” que otros medios. Por otro parte, es importante también el incentivar la apertura de espacios de recreación no circunscritos a lo que ofrecen los medios de comunicación, y que permitan mayor relación con otras personas, o sea, mayor interacción basada en la experiencia directa.
Finalmente, debo aclarar que no pretendo descalificar los contenidos de los medios de comunicación con pantalla. La elección de los mejores contenidos para cada uno será un asunto de criterio. Criterio para ver tal o cual canal; criterio para ver una película u otra; criterio para visitar este sitio u otro. Pero ¿quién posee los criterios necesarios para seleccionar los contenidos a ser vistos? ¿Son en realidad necesarios estos criterios? ¿O en una sociedad como la nuestra estos criterios ya no se requieren? Además ¿qué lugar ocupa la censura dentro de todo este juego de “filtro de contenidos”? ¿o este filtro se puede lograr efectivamente sin necesidad de censuras?
En realidad, no pretendo dar respuesta a estas interrogante. Yo mismo aún me las planteo cada vez que enciendo la televisión, o cuando la apago, y me trato de responder. Pero creo que llegado este punto cada uno tendrá su opinión personal, y quizá mucho más interesante que la mía.
17 de diciembre de 2004
Lo que surge
No sabría cómo sugerir o mencionar sin dejar de admitir las verdaderas intenciones. No se trata de un momento filosófico, sino más bien de cómo "lo que pasa", o "lo sucedido", o "el acontecer" pasa a ser un paisaje ácido cuando nos quedamos detrás de la máquina.
Lo ACONTECIDO es enorme, no es pasado, es presente siendo ya un dato, es el parabrisas que se prolonga con antelación a la mirada. Es también espacio público, sugerencia de un espejo, y reconocimiento de un plural de opinión. Damos vueltas en las frases de otros.
"Dicen...", "dijeron", "andan diciendo"...
Sólo en la madrugada se deja de "decir". Parece ser la hora de calma. Parece ser la hora ausente de noticias. El momento del sueño nos sorprende, y requiere otra altitud u otra medición que no tiene que ver con las palabras. Habrá que descubrir ese momento, pero en otro instante. Ahora debemos seguir conversando.
Lo ACONTECIDO es enorme, no es pasado, es presente siendo ya un dato, es el parabrisas que se prolonga con antelación a la mirada. Es también espacio público, sugerencia de un espejo, y reconocimiento de un plural de opinión. Damos vueltas en las frases de otros.
"Dicen...", "dijeron", "andan diciendo"...
Sólo en la madrugada se deja de "decir". Parece ser la hora de calma. Parece ser la hora ausente de noticias. El momento del sueño nos sorprende, y requiere otra altitud u otra medición que no tiene que ver con las palabras. Habrá que descubrir ese momento, pero en otro instante. Ahora debemos seguir conversando.
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