13 de septiembre de 2010

¿Somos todos Lonconao?

El día 2 de agosto fui testigo y cuasi-protagonista de una marcha en pleno Concepción. Entre veredas quebradas y calles a medio derruir, marchaban en el frío un puñado de personas y un puñado de periodistas. Entre ambos montones de personas, la sensación ineludible de que la voz debía llegar lejos pero no había micrófonos suficientes. Pero el paso era sereno y sin pausa, y las manos se alzaban con ritmo igual y parejo.

Tampoco soy experto en el tema. Yo no sé si recontando ramas en el árbol familiar llegaré hasta una raíz tan atávica como la de aquellos cuyo apellido luce como documento indesmentible. Yo sólo sé lo que hablan en la educación formal: que vivo a orillas del río que servía de frontera (el Biobío), que tras el agua resistieron y se organizaron. Pero una vez que Chile se independiza los historiadores eligen no hablar más del pueblo mapuche. Sólo se menciona otra vez a propósito de la pacificación de la Araucanía.

Sólo fuera de las aulas supe que la tradición mapuche es oral, que tenían un sistema calendario tan sorprendente como el de las culturas mesoamericanas, que comparten con el resto del continente la misma visión sobre la Madre Tierra, que no entienden la bravuconería de ese Occidente forzoso que llegó a poner cercas y límites, ni menos la que incitó a cortar árboles y convertir la tierra en yerma y productora de plantaciones, erosionando el suelo y llenando el majestuoso Biobío en lugar de arenas y de un agua menos presente cada año. Y por supuesto, aprendí que decir "pacificación de la Araucanía" es un eufemismo equivalente a decir "uniones de hecho", "oportunidades de empleo" o "la tasa más conveniente".

Y esa información me hizo recordar que, antes de la escuela, siendo muy pequeño, escuché aquella canción de Quelentaro, y entendía a mis cortos años que quizá el grito podía ser eco de mi vida o de mi ancestro. Tuve un abuelo sospechosamente blanco y de ojos verdes, y otro sospechosamente moreno a muerte. ¿Somos todos Lonconao? No lo supe. No lo sé con certeza. Quizá más de la mitad de las personas de mi país lo son y no lo saben. Otras tantas no quieren reconocerlo, por cierto.

En fin. Hoy, 13 de septiembre, sólo puedo mencionar que las mismas manos que vi alzarse el 2 de Agosto en la calle esperan en alto, a pesar del reality de ciertos trabajadores nortinos. Los mapuche y los grupos que les apoyan siguen a la espera, con la misma calma y el mismo ritmo, pero con un furor y una determinación más profunda en la voz. La paciencia de 500 años no puede sorprendernos. A fuego y a piedra se ha escrito secretamente la historia en torno al pueblo original y esta vez no será la excepción.

Desde mi cubo

Ricardo I.

4 de septiembre de 2010

Espacio de madera

Hice mi espacio de madera, porque el metal ya no soporta la alteridad. Porque el metal quebrará nuestra paciencia y existir, y porque a pesar del agua (acogedora como un milagro, profunda y presente como el sueño y la palabra), veo cada vez menos ganas de sobrevivir.
Soy de los que creen que la humanidad cuenta con su propia destrucción como un preámbulo masivo a la importancia. Y allí descreo de la inmensidad de un ego infame y arrastrado por los siglos y las circunstancias. ¿Qué lugar, me pregunto, puede tener el orgullo en una ronda de 10 mil años? ¿De qué súbita estupidez o inflamable permanencia se vale el derecho privado y el competir sin pudores?
La ironía no alcanza para definir la paradoja. Por eso, y mientras pueda, reconstruyo mi espacio de madera. Un cubo para meditar y un trozo de madera para sobrevivir.
Sea otra vez

Ricardo I. BlogBooster-The most productive way for mobile blogging. BlogBooster is a multi-service blog editor for iPhone, Android, WebOs and your desktop

Rabia

Tengo rabia. Tengo la rabia larga y la alegría del comienzo. Y lloro de ver a mi padre temer y de ver a mi madre entrever. Porque la rab...