21 de junio de 2005

Felicidad

Las cosas que surgen sin que las preveamos son las que más nos pueden iluminar: ayer por ejemplo, por el camino que siempre me lleva por las mañanas saludo a todos los perros que desperezan el frío y el hambre ladrándole a los transeúntes.

En esto, aparece un perro negro, nunca antes visto en estos lados. Negro completo, y delgado como un galgo. Se cruza en mi camino. Luego se adelanta, se vuelve y me mira, mientras sigo avanzando.

De pronto se cruza tras mis piernas, solo para chocar conmigo. Una especie de juego. Nada más. Luego sigo caminando, y sonriendo por la broma que me jugaba este repentino invitado.

Seguí mi rumbo. Y ahí fue cuando se me cruzó el pensamiento mágico de que esta compañía no era casualidad, que no era cosa de cualquier momento de la vida. Y pensé que si me volvía la magia se completaría.

Volví mi rostro para adivinar instantáneamente que él no estaría. Sólo había la calle y algo de viento moviendo un árbol. Eso y su ausencia patente, como de libro antiguo, como de cuento vivido y narrado a los hijos de los hijos. Justamente, un cuento hecho para la felicidad.

Saludos con frío.


Ricardo I.

18 de junio de 2005

Lluvia

Me deja perplejo esta lluvia desconsolada que pugna por mojar cada grano escondido. Será que el reparo que hago no llega hasta su agua de niebla y de montaña, mientras que mi verdadero grito se hace palaciego y recóndito como corazón vertido.
Atreviéndome así como si nada, podría agregar que me encanta escuchar millares de moléculas repartiéndose en millares de hojas que respirarán millares de horas sobre la tierra. Pero no alcanzo a imaginar la inmensidad de todo este hecho, prefiriendo la agonía.
Haré que de la lluvia mis hogares, y de la lluvia mi sombrero. Los recuerdos y mi camino, mi sombra acumulada entre las flores, mis jardines de letargo y de impulso espléndido.

Atención al infrarrojo. Nos vemos a la vuelta

Ricardo I.

17 de junio de 2005

A pesar de la noche

La mayor parte de las personas no tienen problemas para establecer su acto de dormir. Yo en esos instantes suelo tener deseos tenaces, ganas de seguir despierto o de viajar, de leer o tocar guitarra. Me aglomero de deseos de escribir, de besar lentamente la piel de mi amante, de reencontrar lo personal con la mayor lucidez que consigo en el día (o casi la única que tengo desde que me he levantado).

Parte de mi arraigo por contar historias ha nacido en esas horas repartidas en cada noche. A pesar de su oscuridad, de su semi-silencio, de su establecida y misteriosa forma de avanzar sobre el mundo, me arremolino entre su ocurrencia para desprenderme y seguir inventando sueños. Sueños despiertos.

Espero, por supuesto, que las intenciones inventadas aparezcan al amanecer. Y si no es así, que se nos entreguen las llaves de la magia del reino onírico, para inventarnos mejores cuentos y ritmos al compás del día.

Ricardo I.

15 de junio de 2005

No es tarde

Asoman los fríos pasajes de este invierno. Ahora lo que requiero es simplemente organizar mis motivaciones.

Voy migrando lentamente dentro de mis navegaciones. Cada vez más libre. Cada vez más iniciado en un mundo de códigos. Obvio que me falta muchísimo camino, y no descarto estudiar informática pronto. Y a eso hay que agregarle la Psicología (y mi amante, la Música encarnada en mi caderona española de madera).

Todo vuelo, viaje o navegación es espiral. Recorremos de nuevo nuestras propias huellas, pero siempre de manera cada vez más compleja. Siempre nos volvemos a encontrar con nosotros mismos.

Muchas preguntas. Muchos oficios. Muchos andares. Nunca es tarde para reinventar. Ojalá que otros tantos también lo sepan o lo adivinen, y más aún, que lo sientan así de verdad.

Hablo por mí y por aquel amigo que está casi abandonado a su suerte. Hablo por aquella niña que no tiene cómo recordarse a sí misma lo inocente que sigue siendo. Hablo por mí, claramente, pero también por alguien que casi no tiene esperanzas y prefiere la muerte. Hablo para que todos prefieran la vida

Ricardo I.

10 de junio de 2005

Astros y alerta

Cuándo será el día, señores, en que se nos avecine un asteroide.

Cuándo será, digo, el momento en que nos unifique la sensación de un miedo ajeno y no culpable, un miedo de algo que no hayamos creado ni buscado.

Cuándo será la hora de los héroes, de las circunstacias de su gloria, de su momento fallido, del sacrificio final.

Yo esperaba ver catástrofes cuando pequeño. Crecí con temblores y erupciones selladas de fantasía, mares embravecidos y solemnes, recónditas leyendas de un planeta resquebrajándose, vomitando su enojo, y coronando de calma y suavidad su demostración de poder.

Pero antes de que mi imaginación pudiera rendirle homenaje a esta Tierra, empecé a florecer de cometas dibujados en xilografía, de recuerdos de un pasado lleno de estrellas místicas, de grandes señales cósmicas, mujeres coronadas de sol, lunas eclipsadas en los pies de página de muchísimas hojas antiguas.

Entonces, llegó espontáneamente el anhelo de ver caer en esta tercera roca con agua, un trozo de polvo estelar que nos aleccione de pequeñeces y ademanes. Y ahora me parece que podemos ser tan, pero tan pequeños, que no alcanzamos ni para los azares de las elípticas, y albergamos demasiado albedrío como para escoger un recorrido coincidente de choques por el Cosmos. Será el ordenado flujo de partículas otra lección en sí misma, demostrándonos que en estos días de codicia no tendremos la bendición de un suceso histórico y colosal.

Ricardo I.

8 de junio de 2005

Sueño

Me veo sobre un camino lleno de polen, desandando lo litúrgico y o cotidiano. Desde allí abordo m cometido sin pereza. Sin olvido. Retrocedo en el tiempo.

Soñé que llegaba al instante en que pude dormir de nuevo bajo aquel techo. El instante en donde todo lo que es hoy aún no era, y se llenaba de la inocencia de las palabras. Hoy cuesta trabajo encantarse, conseguir futuro, alcanzar razones, desanudar paciencias. Pero allí era facilísimo. Bastaba un suspiro para la felicidad.

Llegué para reparar lo que aún no estaba, y llamé a personas del pasado que había dejado atrás. Sorprendido, abrigué la nostalgia. Todo parecía seguir igual, pero en el fondo, todo había sido muy distinto. Era como si aquellos a los que quise se hubieran apartado hacia la sombra, para hablarme desde ahí y mientras yo permaneciera con los ojos en la calma o en el ensueño.

En algún momento, eso sí, decidiré habitar aquel lugar. El sueño es un país dulce y entero, que he de recorrer para mañana volver a jugar.

Ricardo I.

6 de junio de 2005

Ahora lo importante es...

La tentación de no dejar las líneas inacabadas me designa: "Hoy escribirás acá. Algo importante."

Llego a Concepción, y eso no es importante. Abro los ojos unos minutos antes, y eso no es importante. Veo una película que habla de los problemas, y otra que habla de las soluciones, y eso no es importante. Vi un héroe trascender el tiempo, y eso no es importante. Reduzco la velocidad, y eso no es importante.

(Lo que interesa. Lo importante. Lo que de veras mueve. Lo que surge y lo que sangra. Lo que pende de todos los hilos. Los inacabados y los otros. Los que tiernamente se funden en hogueras. Los que sonsacan sonrisas. Los decires y venires.)

Albergo una meditación entre una carretera y otra.

Eso parece ser algo. ¿Y qué más pasó? Suspendí la hora en esos momentos, en medio de la niebla. Simbolos..., parecían símbolos.

La escena es compleja: termina una película, siento que el tiempo que corría en ella se transforma lentamente en un término de domingo, o un término de semana. Y percibo el olor de una semana naciendo.

Allí, la meditación. El reflejo de la luz sobre el asiento de enfrente era todo lo que existía en el cosmos. Pero no. Detén eso. Película..., música, eso es. La película termina con música italiana. O por lo menos ese estilo. Luego los violines, no sé, tal vez los violoncellos, repiten un acorde. Allegro.

Repiten. Repiten. Repiten. Tú ahora te quedas con ese sonido. Es decir, yo me quedo con ese sonido y lo mantengo. Y brilla la luz sobre el asiento de enfrente. Frío de ventana. Calor de bus. Un mareo.

Claro, un mareo, y una rara temperatura y la luz y la música. Ahora lo veo de nuevo. Todo se pierde. Todo. Todo. Adiós juegos mentales. Adiós.

Estoy aquí suspendido otra vez. Estoy en medio de mí.

Teléfono.

Durante los instantes anteriores logré perderme de mí. Era todo lo que acontecía menos yo. Y pude decir con propiedad que la llamada fue coincidente con ello. Así nada más.

Creo que eso es lo importante: medité en medio del viaje, sin más. Se viene todo. Y todo lo dejaremos atrás. Si nos perdemos, logramos de nuevo lo importante, en mitad del viaje. Perdidos de nosotros se puede ir más seguro.

Ricardo I.

3 de junio de 2005

¿Cuál movimiento?

Hay personas que se cansan de hablar y otras que se cansan de escuchar. Yo no pertenezco a ninguno de estos grupos.

Hay dos tipos de tontos: los que prestan libros y los que los devuelven. Afortunadamente, soy ambos tipos de tontos.

Hay quienes se debaten entre lo posible y lo imposible. Yo creo que lo que no podemos será lo que siempre queramos. Así es que me mantengo haciendo lo posible.

Hay quienes prefieren lo público, y hay quienes prefieren lo privado. Yo prefiero declarar públicamente que dejo mi opinión en privado.

He visto manifestaciones de personas en las calles que se debaten y juegan por ideas que a veces se rigidizan. Y luego califican su parecer como "movimiento". Pero creo que no son movimientos de personas. Si así fuera, serían movimientos centrados en la aceptación, en el respeto, en la comprensión, en la colaboración. Pero parece ser que son "inercias", "inamovilidades", ideas-fósiles o imaginarios-petrificados, que no están ahí por las personas sino por seguir existiendo como parásitos de nuestras energías.

¿Cuál movimiento? Prefiero el que está por venir y el de la fluctuación. Prefiero el movimiento de la sangre contaminada que tras pasearse un poco por el cuerpo vuelve clara y feliz a empezar su recorrido. Prefiero el movimiento de la Luna, que es inquisidora y hereje, inconstante en aparecerse, pero siempre con el mismo rostro. Prefiero las estaciones. Prefiero el curso del día hacia la noche, y otra vez al día.

Ese movimiento es el que verdaderamente me alimenta. El que de verdad me hace volver sobre mí mismo para iniciar y terminar la vida.

Ricardo I.

2 de junio de 2005

Hoy por hoy

Este "hoy por hoy" se llama decisión. Porque hoy por hoy, hay que decidir. Decidir y actuar. Decidir si se decide. Hoy por hoy es elegir si se piensa o no. Si se cuestiona o no. Si se siente extrañeza o nervios. Decidir y actuar.

Hay que elegir, y decidir qué hacer con la vida.

Yo aún no sé si lo que he elegido hasta acá va bien. No sé si me explico. Me encanta hacer cosas distintas de las que estudié, y a lo mejor cuando tenga noventa y cinco años comenzaré mi carrera de rockero. Antes, a los sesenta, habré sido diplomático, después de estudiar traducción de idiomas y política internacional.

En dos años más me dedico a la informática. En cuatro años y medio, iré a un Congreso de Psicología. Para retomar. Tendré un grato encuentro con colegas en el aeropuerto. Será hermoso y decisivo. En España o en Buenos Aires. Diez años después, seré guitarrista y habré llegado al Ojos del Salado.

A los cincuenta, me dedicaré a malcriar nietos propios o ajenos.

En breve, seguiré soñando. Cuando cumpla ciento diez años, gritaré en las calles llamando a los niños a escuchar historias de viejos. Propias y ajenas. Les pediré que inventen otras. Andarán solos por el camino. Yo me volveré al Sur, para empezar a recorrer Chile de Norte a Sur mochileando.

Pero cuando cumpla ciento cuarenta y dos años, decidiré al fin qué hacer con mi muerte.

Ricardo I.

1 de junio de 2005

¿Por qué las paradojas?

Miren:

Yo vengo de una tierra áspera, con tierra de colores. Desde ahí veo industrias, casas, árboles, más casas, humo, nubes y humo. Casi no hay sonidos de automóviles agitándose en horas de alto tráfico, y poca algarabía de niños reuniéndose para chismear. Los domingos, claro, hay fútbol y gritos, señales de multitud, comentarios a voz viva. Luego, a celebrar o a consolarse con alcohol, por aquí cerca o en sus propias casas.

Y en eso, casi toda mi vida, no he visto a nadie caer muerto por las preocupaciones políticas, y jamás he visto al "país preocupado" que nombran por la tele. Sí he visto colas en los consultorios, llenas de personas que esperan por salud, y que si pueden arrancarle algo al sistema a punta de mañas, lo hacen.

Cosas más curiosas he visto en Concepción, en pleno centro. Por ejemplo, caballeros de edad que cruzan con rojo, y que luego despotrican en los cafés por las faltas que cometen los personeros de gobierno (a propósito recuerdo a un amigo que invocaba el "criterio" para conducirse por las calles, pero cuando juzgaba a los funcionarios de gobierno opinaba que había que hacer caer sobre ellos todo el peso de la ley). He visto también mujeres que se quejan de ser vistas como objetos sexuales, y que miran subrepticiamente las vitrinas en busca de la ilusión de lucir mejor. Hombres que se desencajan con morenas o rubias o trigueñas, y que casi son atropellados. Dos niños aspirando neoprén al lado de la catedral. Niños-paisaje, que todos saben (sabemos) que están. Pero prefieren (preferimos) no ver.

Veo noticias, y las paradojas se comen la cola, se vuelven contra sí mismas. Por ejemplo, vi militares desesperados por encontrar desaparecidos; y vi a personas casi sin dinero viendo programas o novelas en sus grandes televisores de casa; y vi a muchos diciendo que se sentían olvidados mientras por otro lado discriminaban a pobres y a ricos; y personas que dicen que les criaron duramente y que nunca se traumaron, y que hoy se endeudan para que sus hijos tengan todo menos su cariño.

Yo por supuesto no escapo a las paradojas. No creo en el sistema y para gestionar mi dinero lo hago en un banco. Recomiendo a veces a muchas personas a que regulen sus ritmos de sueño, y los míos siguen irregulares. A veces me siento alegre, y me muerde el descontento porque lo que me alegra no todos tienen oportunidad de conocerlo. Y hay momentos en que lo que tengo me parece demasiado, a pesar de haberlo buscado y disfrutado.

Me hundo en paradojas también, y "me contradigo, y qué, si soy un cosmos". Y no porque yo lo note o lo pronuncie me exculpo o me aparto. También me confundo en la marea de cosas que se contraponen para hacer que el vitral vital, el de lo cotidiano, resulte más hermoso cada día. En especial ahora en este mes que despierta.

Saludos.

Ricardo I.

Rabia

Tengo rabia. Tengo la rabia larga y la alegría del comienzo. Y lloro de ver a mi padre temer y de ver a mi madre entrever. Porque la rab...