31 de agosto de 2005

Asombro

Miro atrás.
Allí está mi huella perdiéndose.
Adelante está la risa, la propuesta por lanzar. La senda mejor. Y a ella me entrego.
Que me inunde el asombro.

Mi hermana tiene que trazar un camino. Yo también. Mis días se transformaran en un sol gigante y justiciero. Lo sé.
De columnas de fuego y de señales de humo pueblos enteros hicieron su esperanza. Yo me la inventaré con la primavera.

Se vienen días de música suave, de cantares alegres, de descomunales variaciones sobre las cuerdas. Hay que dejar el alma en la melodía. Allí renacerá otra vez la vida.

Desde lo cotidiano

Ricardo I.

29 de agosto de 2005

Noticias de día domingo

"Lo primero que enseñan en la carrera de periodismo es que si tenemos un hecho del tipo 'un perro muerde a una persona' no hay noticia. Pero si el hecho es 'una persona muerde a un perro', tenemos el golpe del día, la noticia que verdaderamente importa".

Esto me lo dice un amigo que es periodista. Y lo cito a propósito de este fin de semana de agosto en que en la capital de Chile la lluvia volvió a causar estragos, mucho menores eso sí que en ocasiones anteriores (cuando menos, hasta este minuto el impacto parece ser menor que el que hubo en Concepción hace un mes y medio, con casas cayendo del cerro y personas muertas en las inundaciones de sus hogares).

En cualquier caso, el desfile de personajes por la pantalla de TV es bastante llamativo, y parecen ser casi exactamente los mismos. Ya decía un comentarista hoy mismo que son las mismas víctimas pidiendo ayuda del gobierno, los mismos políticos mostrando presencia, los mismos políticos más chicos culpando de soslayo a los de niveles superiores, las mismas casas dañadas, mismas calles, mismos terrenos de planos reguladores inciertos, los mismos reportes en vivo y despachos en directo... y un larguísimo etcétera.

Entonces, volviendo a lo que dice mi amigo, yo creo que los periodistas que vi en TV estos dos días no aprendieron la lección. En los medios ya no hay casi nada tan común como la caída de lluvia y las inundaciones y los albergues y las campañas de ayuda. En el fondo, lo que importó para ellos no fue lo raro o particular de los hechos, sino que lo que importaba era el tamaño del foco con que la noticia sería examinada.

Y digo esto porque lo que se vio era casi una copia en calco de lo que sucede cada año, cambiando fechas o cifras de milímetros de precipitación a la fecha. A mi ya ni siquiera me sorprende que en pleno siglo XXI la lluvia se califique de "cruel" o de "violenta", porque entiendo que la lluvia sólo ES, el apelativo depende por lo menos del estado de ánimo del editor periodístico o del mismo periodista...

Lo que sí me sorprendió es la cantidad de horas invertidas en todo esto. Los canales nacionales suspendieron programas estables para dedicarse a informar cómo era que la lluvia caía. Como esto sucedió un fin de semana terminé por considerar de que, así como yo tenía una cantidad de tiempo libre más o menos respetable por ser sábado y domingo, a los periodistas de nuestros canales les sucedió lo mismo, y a falta de cosas más interesantes la lluvia resultó ser lo que había más a mano. En resumen, y parafraseando al personaje de Jack Nicholson en The Shining, "mucho tiempo libre y poca creatividad hacen de los periodistas un grupo de chicos bobos". Por no decir imbéciles.

Todos sabemos que el problema de Santiago es la capa de cemento. Si no hay tierra al descubierto para absorber el agua caída, difícilmente se terminará el anegamiento. Pero como no se puede o no se quiere hacer nada al respecto, la noticia será la misma aburrida historia de cualquier invierno en Chile, y terminará siendo aprovechada cada vez por quienes tengan tiempo libre y poca creatividad. Que si no es esta historia, será la de la sequía. Y cuando lleguen las fiestas patrias será el malintencionado hilo curado, y en noviembre la celebración criolla de Jalohuín con opiniones a favor y en contra y las visitas al cementerio, y en Navidad serán las malvadas luces para el arbolito y los juguetes tóxicos para los niños y los fuegos de artificio...

No hay de qué preocuparse, que siempre seguiremos teniendo estas noticias de día domingo. Por ahora, quiera Dios que nos alcancen las energías para seguir viendo los mismos perros mordiendo a las mismas personas.

26 de agosto de 2005

Justo ahora

Mi padre siente que los años van y vienen, y veo como en sus ojos la sabiduría va tomando lugar. Mi madre le mira con expresión de broma, pero sabiendo que ella lentamente se convierte en protagonista de otra etapa de su vida.

Justo ahora les veo conversar. Se encuentran de nuevo. Se reencuentran para hacerse jóvenes después de tanto y tanto vivido, lo bueno y lo mejor, lo duro y lo inolvidable. Así hacen su historia y su porvenir.

Desde mi playa lluviosa.

Ricardo I.

PS: A mi padre, en su cumpleaños.

24 de agosto de 2005

Salir de ahí

Cuando encuentras el acorde preciso, sabes que la melodía funcionará a pesar de cualquier opinión. Porque en realidad, la línea se improvisa. El compás siguiente no lo damos nosotros, lo va pidiendo el tiempo y el camino.

Para que la música que (nos) importa sea realmente venturosa, profecía de momentos más plenos o hermosos, tiene que nacer. Y para eso, palpitar y dar fuerzas. Tiene que salir de ahí, del corazón, para que no se estanque. Tiene que salir de ahí, del miedo o la alegría, de la esperanza o la tristeza, para que se haga vuelo radical o suavísima expresión de lo que susurra nuestra alma.

Para cantar y bailar. Para que la danza continúe.

Ricardo I.

22 de agosto de 2005

ahora, sólo estoy solo

Fue tremendo descubrirlo otra vez: ahora sólo estoy solo.
Ahora, de verdad verdad, que solamente me queda la guitarra.

Desde la soledad.

Ricardo I.

21 de agosto de 2005

Cuando me vaya de acá

Todas mis esperanzas se centran en ese minuto incierto que estoy por construirme. Mi tiempo no camina como todo el mundo cree que debió caminar, sino con los ojos de una Pitonisa anunciando cambios inesperadamente.

El día de hoy, por ejemplo, fue prácticamente un día lleno de sueño. Y digo eso porque gran parte de lo que recordaré de este día de hoy tiene que ver con haber presagiado en sueños cosas que viví durante la tarde. Sin salir de casa.

Soñé con personas que necesitaban a un caudillo en algún pueblo, y a falta de uno, ejércitos guerrilleros terminaban precipitándose sobre las calles y las plazas, sobre las estancias de granjeros, y recorriendo esperanzados las vías del destino. Yo les veía desvivirse en encrucijadas y cerros, y corría con ellos.

Soñé con una vuelta mágica a mi liceo, al patio en donde tocaba guitarra, y las ganas de desenterrar algo escondido y secreto, cosa que terminaba por hacer. Hallé papeles con anotaciones, cartas de amor, sencillos dibujos de mitad de clase. Y al desenterrarla, cerraba un cabo suelto en mi corazón.

Soñé con conversaciones que nunca tuve, conversaciones que quise tener en mi vida. Y lo más curioso es que tenían que ver con lo que otras personas tenían que decirme a mí, no con cosas pendientes mías. Y también era curioso que, al escucharlas, no resolvían nada dentro de mí. Yo ya había cerrado mis temas.

Soñé que soñaba tanto que mis días no eran sueños, sino que mis noches eran vigilia, y que crecía en mi la quietud de saber que era consciente de todas mis imaginaciones. Como siempre. Como todas las veces que imagino fantasías. Y luego volvía a mi sueño primero, al que estaba teniendo hoy día.

Y cuando abrí por fin los ojos, ahí estaba yo, en la calma, esperando, sabiendo que este día sería de quietud y de estar en paz.

Y más tarde hubo la lluvia, empecinada en caer, justo antes del atardecer, que por lo demás, llenó de colores mis ojos. Como estaba solo mirando, pude mirarme solo, desde mi ventana, en mitad de la lluvia, mirando la tarde en despedida, con todos los amarillos gritando su intensidad, y el sol ocultándose tras un cerro muy familiar. Y pensé en que cuando me vaya de acá, será para buscar otros atardeceres más intensos, más profundos, más llenos de sentido.

Desde mi ventana

Ricardo I.

Ayer

Estaba sentado ante mi computador y ella se conectó al mensajero.
Era la guinda de la torta: la gata negra. Despeinado como andaba, al ver su icono, procuré arreglarme un poco, sin advertir inmediatamente que no tengo ni webcam ni nada instalado para que me observaran. Luego, se inició la conversación, y desde ahí hasta la música o los deberes reales.

Conocí a esta colega en una vuelta por Chillán, cumpliendo labores fortuitas. Sin aviso nos conocimos en la mañana, y después de dos entrevistas canceladas que nos dieron tiempo para compartir, hicimos buenas migas. Adivinamos lo que el otro estaba por decir. Las imágenes eran comunes. Algunas experiencias, muy similares.

Desde esos momentos compartidos con ella, he podido ver con nuevos ojos el curso de las cosas. Que no es en vano salir del paso, y a veces también es muy vano no quedarse y tratar de moverse forzadamente. Es la alegoría del equilibrio ante las circunstancias que se avecinan. También me di cuenta de lo tremendo y milagroso que puede resultar encontrarse con otra persona en el universo. Es realmente un portento hallar a un ser que en su completud es persona, cómo uno, como yo, como tú.

Y ayer nos encontramos de nuevo, y de nuevo la sensación de estar ante alguien de toda la vida. De nuevo la calidez de una persona sincera al otro lado del juego.

Desde mi cansancio de hoy (luego de la lectura del cuento que salió espectacular, y de una tocata rara del Conjunto en Talcahuano, también espectacular...).


Ricardo I.

(PS: Para Itzel. Valga por las señales que descubrió cada uno tras conocernos.)

19 de agosto de 2005

Lo que importa

Lo que importa ahora es la nota que viene, la hoja que se escribe, la partitura improbable, la circunstancia impredecible e ineludible. Lo que interesa desde aquí en más es que la música transmita. Por ejemplo, hoy mis dedos danzaron con el bajo eléctrico, como conectándose con la melodía. Y eso fue importante.

Mañana sábado habrá una lectura en Biblioteca Viva. Estará el bueno de Pedro Díaz. Leeré un cuento viejo, de un orate en su última noche de vida. Veremos ahí qué sucede.

Además, no hay tocata la otra semana..., sino el siete de septiembre, en el anfiteatro de San Pedro..., da nervios, claramente, pero lo que importa es que allí suceda el milagro: que la música transmita.

Lo que importa es que este curso que toman las cosas ahora sea natural. Simple. Claro. Sin dobleces. Tengo más calma en mis venas, ahora. Se viene el descanso.

Desde la calma

Ricardo I.

18 de agosto de 2005

Música y corazón

Hoy necesitaba hacer un break. Regalarme la emoción de estar ahí, en mitad de la música. Así es que encaminé hasta la sala de ensayos. Pero mi corazón tembló. Tuve que reorientar mi estación, mi tren, mi recorrido, los cables que me guiaban.

(Y fue entonces que descendí al borde del precipicio. No sabía si lanzarme o no, si lanzarme o no, si lanzarme o no...
Finalmente lo hice.)

Luego la música. El bálsamo de pernoctar sabiendo leer entre las líneas o las cuerdas, y sobreentender los movimientos frente a la percusión, y por supuesto entender el ronco vibrar del bajo...

Supongo que en algún momento podremos aferrarnos a la obra de teatro para la que tocamos. Lo que hoy pasó entre mi pecho y mi mirada no fue, sin embargo, una escena actuada o algo así, sino la sensación de que allí, junto a los sonidos, recupero el equilibrio por sobre la marea.

Y más tarde, charlar de todo y de algunas cosas, de la esperanza, de terapeutas, de cenas ideales, de cosas de psicólogos y psicópatas, de enfermos y pacientes, de esperanzados y confiados, de locura y de verdades insólitas.

(Quién sabe si la señal llegó tras mi descenso. Sólo puedo decir que mi corazón tembló como anoche tembló la tierra.
Adelantando las sensaciones que luego tuve con la música.)

Y ahora la noche. Y ahora, nada más. Amo los cambios inesperados, las sentencias irrepetibles, las palabras abreviadas y las que me dejan en silencio. Así es que espero enredado en mi anhelo.

Desde el corazón

Ricardo I.

16 de agosto de 2005

Tantas cosas, sólo preciso dos.

Esta semana, a diferencia de lo que imaginé, tendrá su sello en la variedad de actividades. Mañana ensayo de música para teatro, y mañana también cenaremos con Manuel Villegas i Besora. El jueves, nuevamente ensayo para la obra, y el viernes, ensayo en la UBB. Considerando que la próxima semana tocamos en la Sala Andes, los ensayos se hacen cada vez más importantes, pero lamentablemente, no más exigentes hasta aquí, como yo quisiera. Entonces, en mis ratos libres, también tomo la guitarra, repito y repito partes y estructuras, me pierdo en las cuerdas, pero no por ello dejo de sentir el flujo de este río que estremece mi paisaje.

Voy a tener que descansar de mí mismo, pero no de la guitarra. A fin de cuentas, sólo tengo guitarra y vos.
(Y bueno, hoy, la sorpresa. Y con ella, la calma.)
Desde mis tardes en acorde.

Ricardo I.

La libertad para los códigos

¿Qué puedo agregar acerca del software libre que alguien ya no haya copiado, divulgado, informado, publicado, difundido, compartido o modificado y vuelto a distribuir?

¿Qué puedo decir, desde mi humilde opinión de ciudadano, acerca de esos "locos" que hablan de unos y ceros, de Linux, de Blogs, de RSS, de XML, de pantallas y procesadores?

¿Qué puedo pensar después de ver tanta gente afanosa en generar y generar software sin costo, perfeccionado a la medida de los usuarios, interesados en poder leer absolutamente todo lo que llegue a sus manos (porque después de todo, lo que vemos en pantalla son solo líneas y líneas de programación), y que pretenden libertar a los códigos, para que nunca haya información exclusiva para los que tienen dinero o poder?

Por ahora, creo que no tengo nada que decir. Sólo que hay que informarse. Que no es un tema sólo de computines o ñoños, sino que afecta a toda la sociedad, dada la dependencia cada vez mayor que tenemos de los sistemas globales de información. Que ellos (secretamente para algunos y públicamente para otros) han logrado generar un movimiento sin líderes y sin esperar la acción de un padre protector. Simplemente, en lugar de luchar contra las grandes corporaciones, decidieron volverse y empezar a colaborar entre sí. "Somos muchos -se dijeron-, y podemos hacer lo que ya sabemos".

Hoy el software libre tiene cada vez más adherentes. Innumerables, quizá.
Sólo me gustaría agregar acá que Chile dio un paso para la alfabetización digital, con el lanzamiento de la campaña "Mi primer PC". El presidente se manifestó muy contento por esta iniciativa, que promete abaratar los costos de acceso a estas maquinitas que estamos ocupando (yo para escribir, tú para leer).

Y existe un grupo de "locos" que hace una campaña, apasionante y propositiva, por mejorar lo que está haciendo el gobierno. Aunque no relacionada directamente con el software libre, "Mi primer PC, ¡pero de verdad!" pretende mejorar el programa gubernamental para que realmente tenga rostro de Programa Social, tal como ya ha sido posible hacerlo en India y en otros muchos países con campañas similares.

Todos tenemos la opción de mantenernos informados. Nadie puede renunciar a ello. Porque viene en nuestra naturaleza (o mejor dicho, en nuestro código genético), y porque a fin de cuentas es un derecho (como en ese otro molesto código que llaman Declaración Universal de los Derechos Humanos).

15 de agosto de 2005

Repito

... tengo mi guitarra, por supuesto, que me canta los encuentros:

- Hubo un almuerzo, junto al sol de Concepción, con Rodrigo. Encuentro con el reflejo o la hipótesis de las repeticiones.
- Hubo una pequeña casualidad que me hizo hallar a Marcela, la actriz y malabarista, rebuscando libros en un fin de semana cualquiera. La historia de las polaridades y las ansias del arte entre los dedos.
- Hubo el sosiego de un café antes del concierto (antes del piano y la magia en el balcón). En eso, me encuentro conmigo en un espejo. Era el eco de otro encuentro.
- Hubo la llamada perdida, y la sin perder, la angustiosa utopía de lo continuo en mitad de la soledad. Los brazos confundidos en la penumbra.
- Hubo canciones y melancolías. Sonrisas ante las cámaras. Sonrisas profundas por las ironías y por los brindis y los mejores tiempos.
- Hubo el encuentro con los compañeros (Claudio, Emilio, y sin quererlo, también Mauricio). Más café, más luces, más conversacions cruzadas. La hora feliz, la hora más secreta, la hora más oscura, la hora y el delirio. El latido de un trasnochado intento.
- Hubo la lluvia.
- Hubo estas últimas brisas, en la rebeldía. Las canciones que vienen y las que no pasarán por alto que las ansias requieren buenos sonidos y presencia.

Todo esto y las coincidencias. Por que también hubo la noción (durante estos días) más profunda y que no descansa. Esa intuición que se alarga y que no pretende agotarse. Pero, pensándolo bien ¿para qué hablar de las coincidencias cuando este corazón ya sabe que esos instantes se repiten en otra latitud y sin aviso?

Me quedo en pie, mirando las nubes. Ayer y antes de ayer tembló imperceptiblemente. Mañana volverá a temblar de improviso.

Desde el augurio

Ricardo I.

14 de agosto de 2005

Desde un balcón

Primeramente, la sinfonía Op. 18 de Alonso Crespo.
Adagio-allegro, natural y sencillamente terrestre, apegado a la tierra. Andante sostenuto, dejando huella de un destiempo entre las cuerdas.
Allegretto, como un largo sueño.
Adagio presto, fructífero. Sueño al fin. Recuerdos de tierras recorridas por quienes caminan sin querer por esta América sin terminar de asombrarse.

Luego, Rachmaninoff. Concierto nº 2.
Desde el moderato supe que sería difícil no sentirme involucrado. El piano me arrastró suave, al inicio, para luego atender mi letargo y contarme su historia, la que esconde lo suave y lo perenne.
Allí, de pronto, adagio sostenuto.
(... sonrío por ver el rostro de un hombre ensimismado y añorando, contemplando el concierto, y descubro con perplejidad que ese hombre soy yo...)
Allegro scherzando. Rachmaninoff hace que caiga en su juego de "adivina hacia donde voy y te encontrarás con un océano de pasiones buscando crear algo nuevo", para luego ser el sonido, yo mismo, las teclas, una caída hasta un vacío intenso en la cual estaré solo de nuevo, como antaño. Pero eso será mañana.
Ahora, sigue scherzando..., agitando el cambio de tono, revolviendo sostenidos.
Finale.
Encore?
No, una pieza improvisada, de regalo.

Un saludo desde el balcón.

Ricardo I.

13 de agosto de 2005

Nada

Batió sus alas la noche sobre los estambres resecos. Llovió, oportunamente.
Luego nada.

Asiduo a los presagios, abrí las nubes de mi horizonte para entrever. Más lluvia.
Luego, nada.

Entregué mis horas. Resta el silencio. Sobre mis hombros un planeta enmudece.
Y luego, nada.

Estoy bien. Estoy bien. Permanezco aquí. Sinceramente, deseo tu abrazo. Y tu abrazo.
Y luego, ya nada.

Me ocupo de tu pena, porque late en mis ojos cristalina como un médano de arena.
Y para luego, ya nada.

(Vienes a mi mar, que sigue levantando oleaje. Sé que vienes. Nada.)

Desde mi silencio.

Ricardo I.

10 de agosto de 2005

Habrá la noche

Habrá lo inacabado y lo inamovible. Habrá este día en la memoria. Habrá por supuesto la huella del silencio.

Qué grato es lo cotidiano. Qué grato lo excepcional de las rutinas. Por ejemplo, hoy día, antes de que torpemente soltara mi bolso sobre la cama, supe que sería exactamente distinta la forma de mi cabecera cuando volviera a dormir sobre ella al ser de noche.

Ahora, que restan segundos para intentar el sueño, sé que lo excepcional de ese instante casi pudo perderse durante la vigilia. Y llegado el caso, mi cansancio será capaz de anular una forma que sutilmente se hubo grabado para mí y por mí.

Así mismo, y como si las coincidencias faltaran, diré que es excepcional también cada decisión de respirar y darse aire, de eliminar lo cotidiano, de encontrar lo nuevo en cada instante consigo mismo. Es una buena receta. Yo, que permanezco suspendido, sé que habrá la noche vacía, pero también sé que habrá la noche en que sobre una cama, me ría (sin soledad) de todo lo que hoy sucede y lo que seguirá ocurriendo.

Desde el suspenso permanente

Ricardo I.

Río abajo...

Así vamos. Ley de Gravedad (... el viento gira y la ruleta sigue igual...).
Desde el sueño y el milagro.

Ricardo I.

4 de agosto de 2005

No bien hubo amanecido

Y claramente fue la aurora. Fue la luz de la estrella matutina, el lucero vespertino, la lengua de pirámides que se conjuga, para decirnos cómo lejanos estamos, y cuánto de recordar nos queda. Te encontré hace unos días y encontraste mi sombra.

Es el viento, también el corolario de una frase. Sin tiento y con denuedo, apresurando la brisa. Sin palabras y faltándome el aliento.

Claramente fue la aurora, el rocío de finos dedos, y no bien hubo amanecido pensé en ti, en haberte conocido recién y en mandarte un mensaje silencioso: aquí siempre estuviste y estarás en otro rincón de cualquier esquina muda.

Desde la eterna incertidumbre

Ricardo I.

1 de agosto de 2005

Y digo

Tuve que esperar que fuera de noche. Me fatigó, es cierto, pero antes no lo hubiera entendido.
Hay capítulos de vida que se cierran y dejan su huella como una horadación sobre la roca. Hay los que se levantan y desordenan lo cotidiano. Y los menos brillantes y fugaces, con clara pretensión de mayor importancia. Y los más tumultuosos como una brizna de fuego, que sin disimulo se repiten.
Y hay un capítulo único y silencioso que no termina de contar lo que desea, y esconde el final como en una mano muda. Es el mismo que inyecta inquietudes cuando germina la semana o cuando se marchita la anterior. El capítulo prohibido de una leyenda antigua y hecha de olas gigantescas y correrías por el bosque. Es el trecho que falta antes de caer totalmente, suspendido en el vacío.
Y ese capítulo (debo decirlo) sólo se calma y se entreabre con la llave más apropiada. Pero no es mi llave ni mi sueño, ni mi nube ni mi arranque, sino la flor de la que sólo queda el nombre y que nos permite besar solamente la gota de rocío que por ella cae. Es el venidero estreno de un alivio, o el ronco palpitar de una canción callada.
Y sólo cuando traté de permanecer junto a mi cerradura supe que no tenía que insistir. Me sobrecogió la realidad, la cálida tibieza de estos días, las alegrías truncas, las penas no determinadas por la aurora, la agonía de los planetas extranjeros.
Ahora me dejo sonrojar por la arcilla, y como dijera Miguel "me peina el viento los cabellos" y dejo que corra por ahí porque no me preocupa más que caminar y continuar desterrándome, sabio y feroz, muerto de mí. Ahora me dejo ruborizar, justo cuando es de noche, y tuve que esperar, como digo yo mismo, a que la hora fuera la precisa, para darme cuenta y entender que no puedo prender completamente la llama de mi pureza.
(No es que me quede vacío o sin pronombrada fama. Ella depositó hace tiempo, muchísimo tiempo, una rueda que gira al pensar lo adecuado. Y como de sueño será la cubierta de este viaje sobre lo dicho, entonces digo lo justo antes de permanecer callado. Y digo en cuerdas de nuevo la canción que nadie escribiera para develar los misterios.)

Y justo cuando comienza este mes de tejados me arrastro sobre los techos para recuperar mi albedrío.
Que vengan los días y las horas con sus instantes.

Ricardo I.

Rabia

Tengo rabia. Tengo la rabia larga y la alegría del comienzo. Y lloro de ver a mi padre temer y de ver a mi madre entrever. Porque la rab...