3 de octubre de 2010

Termina una huelga. Continúan las ideas.

Esas inconfundibles y persistentes cosas que llamamos "ideas" son como fantasmas. Se enredan en las canciones, en las ideologías, en los versos, en las conversaciones de la mañana. A veces es tan terrible su repetición que hasta procuran hacerse invisibles entre nuestras palabras.
Por ejemplo: se tramó una huelga de hambre, que está más allá de la vida y de la muerte, más cerca de la moral y de la historia, lejos del acto de pensar en nutrirse. Y la huelga floreció como un grito subterráneo que con el correr de los días se impuso a los "slogans" y a las frases hechas. Recorrió más allá de las comidas furtivas entre las celebraciones de un Bicentenario que ya todos olvidaron, y se instaló como una urgencia más, una de aquellas que llevan décadas o siglos en la misma condición pero que conservan la frescura de su imperativo.

Eso pasa con las ideas: bastan para nutrir el instante en que se toma la decisión de sustentar en una renuncia la búsqueda de un objetivo. Y se imponen a los relojes.

En estos días terminó la huelga. La lucha, quién sabe (nunca he entendido muy bien las luchas). Pero sí continúan las ideas, porque se entremezclan como el código de un virus, se radican en la sangre, y por eso la sangre es tan porfiada.

Siempre he pensado que la consecuencia y la coherencia son actos angélicos, no humanos. El pueblo mapuche me enseña que no es difícil si se apela a lo sencillo: "Elmapun hizo la Tierra, Nguenemapun la gobierna... Elchen me trajo hasta aquí, y me guía Nguenechen."

Saludos

Ricardo I.

13 de septiembre de 2010

¿Somos todos Lonconao?

El día 2 de agosto fui testigo y cuasi-protagonista de una marcha en pleno Concepción. Entre veredas quebradas y calles a medio derruir, marchaban en el frío un puñado de personas y un puñado de periodistas. Entre ambos montones de personas, la sensación ineludible de que la voz debía llegar lejos pero no había micrófonos suficientes. Pero el paso era sereno y sin pausa, y las manos se alzaban con ritmo igual y parejo.

Tampoco soy experto en el tema. Yo no sé si recontando ramas en el árbol familiar llegaré hasta una raíz tan atávica como la de aquellos cuyo apellido luce como documento indesmentible. Yo sólo sé lo que hablan en la educación formal: que vivo a orillas del río que servía de frontera (el Biobío), que tras el agua resistieron y se organizaron. Pero una vez que Chile se independiza los historiadores eligen no hablar más del pueblo mapuche. Sólo se menciona otra vez a propósito de la pacificación de la Araucanía.

Sólo fuera de las aulas supe que la tradición mapuche es oral, que tenían un sistema calendario tan sorprendente como el de las culturas mesoamericanas, que comparten con el resto del continente la misma visión sobre la Madre Tierra, que no entienden la bravuconería de ese Occidente forzoso que llegó a poner cercas y límites, ni menos la que incitó a cortar árboles y convertir la tierra en yerma y productora de plantaciones, erosionando el suelo y llenando el majestuoso Biobío en lugar de arenas y de un agua menos presente cada año. Y por supuesto, aprendí que decir "pacificación de la Araucanía" es un eufemismo equivalente a decir "uniones de hecho", "oportunidades de empleo" o "la tasa más conveniente".

Y esa información me hizo recordar que, antes de la escuela, siendo muy pequeño, escuché aquella canción de Quelentaro, y entendía a mis cortos años que quizá el grito podía ser eco de mi vida o de mi ancestro. Tuve un abuelo sospechosamente blanco y de ojos verdes, y otro sospechosamente moreno a muerte. ¿Somos todos Lonconao? No lo supe. No lo sé con certeza. Quizá más de la mitad de las personas de mi país lo son y no lo saben. Otras tantas no quieren reconocerlo, por cierto.

En fin. Hoy, 13 de septiembre, sólo puedo mencionar que las mismas manos que vi alzarse el 2 de Agosto en la calle esperan en alto, a pesar del reality de ciertos trabajadores nortinos. Los mapuche y los grupos que les apoyan siguen a la espera, con la misma calma y el mismo ritmo, pero con un furor y una determinación más profunda en la voz. La paciencia de 500 años no puede sorprendernos. A fuego y a piedra se ha escrito secretamente la historia en torno al pueblo original y esta vez no será la excepción.

Desde mi cubo

Ricardo I.

4 de septiembre de 2010

Espacio de madera

Hice mi espacio de madera, porque el metal ya no soporta la alteridad. Porque el metal quebrará nuestra paciencia y existir, y porque a pesar del agua (acogedora como un milagro, profunda y presente como el sueño y la palabra), veo cada vez menos ganas de sobrevivir.
Soy de los que creen que la humanidad cuenta con su propia destrucción como un preámbulo masivo a la importancia. Y allí descreo de la inmensidad de un ego infame y arrastrado por los siglos y las circunstancias. ¿Qué lugar, me pregunto, puede tener el orgullo en una ronda de 10 mil años? ¿De qué súbita estupidez o inflamable permanencia se vale el derecho privado y el competir sin pudores?
La ironía no alcanza para definir la paradoja. Por eso, y mientras pueda, reconstruyo mi espacio de madera. Un cubo para meditar y un trozo de madera para sobrevivir.
Sea otra vez

Ricardo I. BlogBooster-The most productive way for mobile blogging. BlogBooster is a multi-service blog editor for iPhone, Android, WebOs and your desktop

16 de junio de 2010

Right to copyleft (por qué "Todos Juntos" se escribe separado)



Corría el año 1985 cuando Paul McCartney y Yoko Ono observaban con estupor cómo Michael Jackson compraba un catálogo de 200 canciones de The Beatles. Desde ahí en adelante, aparte de quebrarse la amistad entre ambos, cada vez que Paul cantó "Hey Jude" (y por lo menos fue así hasta la muerte del negro, o sea del blanco..., bueno, lo que fuere), tuvo que pagar al "Rey del Pop" para tener derecho a reproducir su propia canción. Lo paradójico de la historia es que habría sido el mismísimo McCartney quien recomendó ese tipo de negocios al afroamericano.

Ese tipo de situaciones indecentes ocurren en todos lados gracias a los "Derechos de Autor". Aquí en mi país hace un par de meses hubo otro caso similar: en 1974 el Sr. Gabriel Parra firmó un contrato con Warner Chappell. De un modo mágico y hasta fantástico, los derechos sobre su canción (su creación, o el acto humano de generar algo nuevo a partir de trabajar una inspiración preliminar) quedaron en manos de una empresa. Y luego fue el reclamo que todos conocimos, en el cual tal empresa "arrendó" los derechos a otra empresa, para publicidad.

Yo desconfío profundamente del reclamo de los artistas en este tipo de situaciones. Porque el reclamo actual se reduce a dinero en lugar de una rebeldía genuina, aquella que caracteriza a la de los verdaderos artistas a lo largo de la historia. Nada hay en los argumentos de los artistas asociados que implique un cuestionamiento a un sistema abusivo, nocivo a la creación, creador de artículos de consumo. En España, la SGAE (equivalente a nuestra criolla SCD) se ha transformado en una entidad dedicada a obligar a todos a "pasar por caja", con la excusa de "luchar contra la piratería". Sólo nos queda pensar, con tristeza, que los artistas se han acomodado demasiado, olvidándose del sentido de su canto.

Yo me pregunto cuánto vale la sensación de unidad de cantar "...¿para qué vivir tan separados?" saltando en un estadio, o qué tasación puede tener decirle a alguien "take a sad song and make it better" cuando ese alguien está en problemas. No hace falta mucha reflexión para concluir que, en realidad, tales vivencias son invaluables.

Como la vida misma.

Entonces, invito a todos a investigar en las miles de fuentes que hay en la red sobre los "Izquierdos de Autor". El conocimiento es poder, por tanto colaborar para que el conocimiento sea libre es, hoy por hoy, repartir el poder en las personas, y quizá termina transformándose en una manera más de hacernos ciudadanos.

Como dice Silvio Rodríguez, "si saber no es un derecho, seguro será un izquierdo". Tenemos derecho al Copyleft.

Ricardo I.

6 de junio de 2010

Zazen

He buscado en el sonido de mil campanas la noche exacta en que se extinguirá el fuego de mi presencia. He buscado lentamente la luz de otro alimento, la saciedad inerte de permanecer despierto hasta más allá de cualquier orden de los días. He buscado los segundos que el tiempo no otorga y que subyacen como migas de una historia que conduce hasta ahora.

Ahora misma el fuego. Ahora mismo los metales rompen su silencio. Ahora mismo el aire y las letras y quizás los días. Ahora mismo el rumor de río y de corrientes atómicas circundándolo todo.

Aquí mismo todo.

En la simpleza de un margen oscuro, preclara la tarde se itera de sí misma, sin colores, nada más que revirtiendo en la humedad de la atmósfera un insólito espejo que alberga los días y sus horas.

31 de mayo de 2010

Coincidencia y repetición

Son días inmersos en otros días. El fenómeno es irrepetible pero cotidiano: supongamos que tenemos un día cualquiera en que se procede al recuento de los detalles y rutinas del día anterior. Las coincidencias no son tales, sino repeticiones. Un fenómeno incide por sobre otro, pero no lo hace en conjunto con el cúmulo de detalles ignominiosos. Me levanto, entreabro los ojos, voy a la cocina, sólo pienso en el café que me espera, pero la taza y la cuchara son las mismas u otras, y sigue siendo el café de la mañana. En el momento en que me dirijo a tomar la taza no pienso en que sea la misma: sólo me inunda la sensación previa al agua tibia y al amargo caudal de cafeína que ayudará a mis sentidos a organizarse. Antecedo repetidamente (quizá lo hice ayer y lo volveré a hacer) la repetición del sabor, el olor, de la insuficiencia del azúcar, de la cuchara hurgando por otra porción para encontrar el ajuste. Cuando llego al tono deseado, cuando la anticipación coincide con el gusto o la imagen del café que estoy bebiendo, cuando se sincroniza la repetición y la coincidencia, me doy cuenta de que este café no es ni simple ni cotidiano, sino el mismo y para siempre reflejado contra sí mismo.

(Incluso, la imagen de mi nariz o de mi aliento en el oscuro reflejo no soy otra vez yo sino el mismo de siempre cambiando frente a mi café.)

Y luego el agua no es la misma, pero sigue siendo el mismo café de siempre. El agua puede ser incluso parte de mí mismo, pudo haber sido parte de mi mujer, de mi familia, de palestinos o judíos, de mar o de río. Sigue siendo agua y agua clara, corriendo como si sencillo fuera correr por entre las casas y volver. Hace un par de meses correr por entre las casas era un lujo o una estupidez, y mi ciudad se hizo lenta y apestosa por la falta de agua. El café no estaba.

Ese café que no estuvo, que nunca llegó a realizarse, quizá era de otra agua, derivó por otras cañerías hasta la repetición de la rutina de otras personas. Quizá se transformó en un café turco o un capuccino, en Estambul o en Toscana, y el mismo se repitió a sí mismo en el caudal de sus propios rizos repetidos y rememorados por otros tantos que, como yo, en un día cualquiera, proceden al recuento de los detalles y rutinas del día anterior.

18 de abril de 2010

V, Invasión Extraterrestre y el nuevo totalitarismo.

Hace una semana, y de forma poco usual, entré al blog de Francisca Solar, en Somos Blog en el sitio de VTR. Ella comentaba en ese momento sobre su experiencia de ver la nueva serie “V” (una versión remozada de la original de los ochenta). Y uno de sus comentaristas habituales signaba:
La serie original era una transparente metáfora de los regimenes totalitarios, especialmente al nazismo. Por algo los uniformes rojos , la bandera y ese símbolo parecido a la svástica que lucían los reptiloides (y también la propaganda que hacían en la Tierra, que parecía sacada del manual de Josef Goebbels). En la nueva, los ET's parecen vendedores de seguro o de tratamientos de botox. No aterran a nadie. Esta serie (la original) fue uno de los más grandes golazos que la ciencia ficción le hizo a la censura de los ochentas. Es decir, una serie que hablaba de un golpe de estado, de una dictadura en la que comenzaban a desaparecer personas, de un estado policial en ciernes, de censura y de arrestos a destajo cobijados por la mentira mediática... ¡Y lo daban en TVN! Definitivamente, esta versión es la misma historia, pero ha soterrado las metáforas políticas...

No sin impulsividad, ante eso dejé también mi comentario:
(...) El hecho de que parezcan modelos, vendedores de productos de belleza o seguro es justamente el quid del asunto: a quién habría que cargarle hoy por hoy el mote de "régimen totalitario". El imperio de la perfección y la belleza falsa, de la palabra respetuosa que esconde el engaño, o sin ir más lejos, la cordialidad de banco que te ofrece todo pero que te socava tu trabajo a punta de intereses legales...
No quiero sonar revenido, pero me suena justamente a eso. Sólo en el primer capítulo me parece que hay un par de metáforas políticas dignas de observar (la promesa de un sistema de salud universal no sé por qué me recuerda a Obama y la reforma de salud; y eso de las células terroristas, que son ellos mismos pero no son...). El dictador de hoy usa el Manual de Goebbels, pero tiene un depto de márketing más sofisticado.

Revisando un poco más, justo antes de mis líneas, el comentarista más arriba citado había hecho su auto-corrección:
¿Y no será que en el imaginario colectivo de hoy el mal se parece más a un ejecutivo de Wall Street que a un fanático del régimen nazi? A mí me quedó dando vueltas el asunto del aspecto estético de los V. Digamos que la crisis económica de 2009 puede haber influido en algo (el "ejecutivo" tipo no está muy bien visto por estos días en USA). Tenía claro que el subtexto político de la serie original no podía ser el mismo de la nueva versión, porque han pasado más de 20 años (...)

De la serie no diré mucho más que lo obvio: estas ideas preclaras de los guionistas nos llegan desde un formato masivo del cual se puede desconfiar. Michael Moore decía, no obstante, que a veces los realizadores podían permitirse deslizar mensajes novedosos, dada la falla más fundamental del sistema capitalista corporativo: la codicia.

Sólo finalizo que he recopilado todo esto para señalar que no soy el único que cree que los nuevos regímenes se parecen más a "Un mundo feliz" de Aldous Huxley que a "1984" de George Orwell (aunque sin embargo, la versión original evoca casi automáticamente "V de Vendetta" de Alan Moore, hasta por el nombre...). Si no soy el único, cabe la esperanza de saber que no somos una masa sometida a los cánones de un sistema económico que se filtra hasta lo más doméstico, y seríamos más que varios repartidos, pensando que otro mundo es posible.

Desde el cubo

Ricardo I.

10 de abril de 2010

la clara presunción de no olvidarnos

De besar y versarnos los encuentros

hacemos de las horas un presagio,

que de tanto recrear todos los cuentos

ansiamos proseguir en el naufragio.

Porque música cerca y porque estamos

cada día derrotados cual hogueras

porque vengo contigo y porque vamos

es que odio llegar más que la espera.

Y cuento: las horas fugan prontas

hasta dar más espacio a tus caderas,

la clara presunción de no olvidarnos

y hallar en el camino las maneras.

(En mi sur)

Ricardo I.

26 de marzo de 2010

Venir a Concepción

Llegar a mi ciudad es una aventura en muchos sentidos. No más arribar desde la carretera que pretende ir al sur, el viajante puede decidir entre el pasado y el presente. El hecho de llegar a un punto del camino a minutos de Penco y a minutos de Concepción es como mirar el tiempo de perfil, hacia un pasado de inundaciones y guerras o hacia este presente resquebrajado que somos ahora. Porque esta ciudad ya tuvo una minga a cuestas, cuando su lugar estaba junto al mar y otro terremoto le hizo repensarse y situarse junto al Cerro Caracol y de espaldas al Río Bío Bío.

Venir a Concepción es más que concebir una ciudad diezmada o desprendida de sus bases. Acá entornamos los ojos al visitante y terminamos por arrastrar el orgullo. "¿Sabías que la mitad de Chile está aquí, en Playa Blanca? ¿Sabías que el caldillo de camarones es quizá el plato más típico de nuestra zona? ¿Sabías que nuestra Plaza es de la Independencia, no de Armas? ¿Sabías que el puente sobre el río es el más largo en Sudamérica? ¿Sabías que estamos de espaldas al río porque éramos la última frontera antes de Arauco? ¿Sabías...?"

Tantas y tantas historias tenemos por contar. Algunas míticas fluctuaciones entre la historia real y lo que nos contaron nuestros padres y abuelos. Y sin quererlo, también evocamos las personales historias repartidas en la urbe.
Allí los besos y más allá abrazos tendidos. Amo mis recuerdos en las calles de Concepción: por allí la niebla, o las calles desiertas en momentos cómplices, o la desilusión en una acera brillante. Siempre las hojas, antes y después y más lejos que el otoño. Todos los recuerdos esparcidos en los senderos, y todos los soles que han sabido cubrirme o tenderme la mano. Toda, toda la lluvia, y las lunas exactas. El pasto tierno del multiverso, la promesa de la aurora, la negrura y la bohemia de un barrio estacionado, un rincón para terminar la noche y el regreso al hogar justo antes de la hora más oscura.

Y luego hablamos de nuestra música, de nuestro rock (de Bill Haley y sus Cometas, del nuevo estilo de baile, de Los Tres) y de nuestra cercanía al arte, a la crítica, a la independencia del pensamiento. Otra vez el orgullo, por ejemplo, ante La Radio que es nuestra y que jamás nos abandona. Y si nos preguntan explicamos todo, con toda la sinceridad que tenemos a mano, describiendo las cosas más recientes y las que se pierden en la memoria.

Cuando el visitante nos deja, el ejercicio que hacemos es tan bello como nostálgico: nuestra mente debe venir otra vez a Concepción, regresar desde la ciudad que nos dibujamos durante toda la vida para confrontarnos a la ciudad real, la que yace entre nuestros pasos cansados. Bello ejercicio le llamo porque, sin más que los recuerdos, nos asignamos el deber de entretejer la novedad a cada piedra rota, a cada madera desnuda, a cada callejón y arboleda.
Sigo en mi devenir. Concepción sigue latiendo. Veo a las personas y veo mis manos. Veo las palabras que ahora mismo escribo y veo de nuevo la locura de volar. Ese presagio es todo cuanto tengo para recuperar los sueños.

(Créditos a Yami-Katori por la imagen en mi Polaroid)

18 de marzo de 2010

..., para hacer vivir al corazón.

Cuando todas las cosas se armaron, las personas usaron las manos y los tiernos simples elementos: madera, agua, sorpresa, arena y sonrisas. Allí supieron que lo que hacían era una excusa provisoria, una suerte de tregua con el tiempo para la ilusión, y guardaron ese secreto pequeño en los entresijos.
El tiempo aglomeró su paso sobre las construcciones, y vinieron otros hombres y otras mujeres. Colmaron su vida de la ilusión de los antepasados y creyeron que la materia bastaba para la felicidad. Sin embargo, la Tierra quiso otra vez moverse a su albedrío. Y ahí de pronto asomó nuestra condición estelar en medio de este planeta perdido. Y sin más inmensidad que los escombros del pasado, las heridas abrieron la esperanza: ahí yace la madera, aquí el agua fue y volvió a su incontenible suceder, más allá la sorpresa nos enfrentó al abismo, y aunque nerviosos, nos atrevimos a sonreír entre las lágrimas.
Siguen allí los elementos. Armarlos de nuevo, saber que el tiempo volverá a destruir nuestros frutos es la única certeza que nos queda. La esperanza entonces nos alienta a encontrar las manos de otros en el trecho que nos resta. Y apretarlas para hacer vivir al corazón.

9 de marzo de 2010

Elecciones en Chile II: antes de la realidad

Mañana jueves, día once de marzo, comienza la realidad consumada de las elecciones. Entre el periodo de votación y el ascenso real al poder del candidato ganador, la nación se encuentra en una especie de limbo lleno de suspicacias, rumores, dimes y diretes.
Y resulta que en mitad de ese limbo, la Tierra también expresó su opinión. Lejos de tratarse de una alerta geológica solamente, mi país se desnudó de manera repentina, dejando en claro que la realidad que se nos avecina no es más que la continuación de todo, el fin del limbo y entresueño. El terremoto que borró habitantes y paisaje nos hizo mirar la imagen que dejamos en el espejo y que se nos devuelve con sinceridad brutal. Sub-desarrollo y la lógica del "ganador", la competencia en su versión más triste y la omnipresente moral distorsionada del hurto y la ocasión.
Un video ampliamente difundido muestra a una persona robando un montacargas. Acto seguido se justifica: "Estaba bota'o...". La misma lógica que subyace a construir mal un edificio y luego aducir "Nadie me fiscalizó...". Y también la misma que utilizarán los bancos y multitiendas cuando cobren intereses irrisorios y digan "Es lo que permite la ley..."
Los precios inundaron Chile y reemplazaron a los valores, que a su vez se transtocaron en abstracciones decadentes dadas por cierta religiosidad mustia y semi-militar.
Quiero creer que hubo un tiempo en que los valores estaban ligados a los hechos, y tal vez eran lo mismo después de todo. Hacer las cosas bien no significaba eficacia o efectividad, sólo se trataba de hacer las cosas con amor. Respetar a los demás no era respeto y civilidad, sino respetar y hacerlo con intención..., y así sucesivamente.
Supongo que a partir de mañana sólo habremos de rendirnos ante la nueva lista de precios. Yo me quedo en la Abadía

Ricardo I.

6 de marzo de 2010

Tierra (que suelo llamar Concepción)

Al parecer, mi tierra es todo lo que tengo. Los aromas y la sensación de que mi paisaje me provee la mitad de quien soy es ahora patente y concreta. Puedo respirar el aire de ser una especie de extranjero, y puedo vivir simulando ignorar la extrañeza. Pero mi vida y mi canto improvisado están amarrados a un río, a la secreta esperanza de pasar de nuevo una tarde por las lluvias que me vieron nacer imaginando que casi nada ha pasado.
Por eso escribo con el alma en un hilo, pendiente de la energía que respira, sabiendo que la aparente violencia no es tal, y que somos nosotros los que vivimos engañados como si la muerte no existiera. Esta Tierra y la Tierra entera vive en la muerte y multiplica la vida en los cuerpos que yacen, recordados u olvidados, porque nuestro pasar es casi nada ante la edad inmensa de las estrellas.
Ese extracto de la Tierra, que suelo llamar Concepción, vive en mí. Jamás será derrumbado en mi corazón.

25 de enero de 2010

Elecciones en Chile I: Voto voluntario u obligatorio

La ráfaga de artículos sobre la política chilena no arrecia. Comentarios previos a las elecciones sentenciaron recetas y recomendaciones, críticas y señales. Tras el domingo 17, la interpretación sucedió a los hechos. La voz no es unívoca, y menos las posibles causas del escenario actual.


Como nunca pocas veces me he referido directamente a política en mi blog, procuraré describir brevemente cuál es el escenario electoral de nuestro país:




  • Chile es una democracia representativa, en que los ciudadanos deben registrarse para votar, y una vez que lo han hecho deben cumplir con su derecho/deber de forma obligatoria.

  • Se cuenta con un padrón electoral de poco más de 8 millones de votantes registrados (la población es aproximadamente 16 millones). Menos del 10% (alrededor de 700.000) de esos votantes registrados son "población joven" de entre 18 y 29 años.

  • Si ajustamos estos datos al Censo 2002, la población con edad de inscribirse pero que no lo ha hecho se estima en 2,5 millones. De esos 2,5 millones, 1,5 millones serían jóvenes de entre 18 y 29 años.

  • Tomando en cuenta sólo la población joven, y cruzando ese dato con la proveniencia socio-económica, las comunas de menor ingreso cuentan con 1 joven (18 a 29 años) cada 100 electores. En comunas de mayor ingreso, con 10 jóvenes cada 100 electores.


Todo esto es muy delicado de revisar. Sólo mirando datos objetivos, vemos que no es la mitad de Chile quien elige presidente. Nada más que un cuarto de los chilenos. Ni más ni menos. Pero además, de estos datos podemos concluir que:




  • Se hace necesario un sistema electoral de registro automático, no voluntario, de modo que el derecho/deber del voto se transforme en una condición intrínseca a la ciudadanía.

  • Se hace necesario discutir sobre la obligatoriedad/voluntariedad del voto, porque la ciudadanía no dispone de toda la información para considerar las ventajas y desventajas de una modalidad u otra.


Personalmente, soy partidario de la mantención del voto obligatorio, ya que se trata de un sistema ya implementado en diversos países con el objetivo de aumentar la inclusión ciudadana en la el quehacer político. No es sólo el voto obligatorio, sino todo un programa de educación cívica para la transición de una Democracia Representativa a una Democracia Participativa.

Los datos nos indican que podría haber cierta correlación entre nivel socio-económico y participación política de los jóvenes. El sistema voluntario no incentiva la búsqueda de información y, por tanto, no genera escenarios de movilización ciudadana para profundizar la participación. El sistema obligatorio tampoco, pero..., por algún lado se empieza.

En otro artículo me referiré directamente a mi opinión respecto de lo que creo que sucedió el domingo 17 de enero de 2010 en Chile.

Saludos desde Conce


Ricardo I.

Rabia

Tengo rabia. Tengo la rabia larga y la alegría del comienzo. Y lloro de ver a mi padre temer y de ver a mi madre entrever. Porque la rab...