26 de enero de 2005

Falso Tsunami III

Leyendo y releyendo acerca del impacto del Falso Tsunami en Concepción, me encontré con tres artículos muy ilustrativos y uno de ellos con el que coincido tremendamente:

http://www.portaldelpluralismo.cl/interno.asp?id=6314

http://www.elmostrador.cl/modulos/noticias/constructor/noticia.asp?id_noticia=152364

http://www.lacronica.com/edicionenlinea/notas/noticias/20050124/81645.asp

Bueno, sólo eso y para no hablar más del falso tsunami.


Ricardo I. Alarcón Muñoz

23 de enero de 2005

Falso Tsunami II

Conjeturas y opiniones, posibilidades y acercamientos al hecho real o al percibido. todo eso se ha derramado en mucha tinta y en muchas imágenes televisivas.

¿Qué podríamos agregar a estas alturas? Yo creo que nada o casi nada: la poca preparación de la población ante una emergencia, del tipo que sea; la poca claridad acerca de quiénes son responsables directos del inicio del rumor; cómo ocurrió el fenónemo de la psicosis colectiva; etcétera. Y sobre todo etcétera.

Lo que ese etcétera no incluye es la interpretación que podría tener la persistencia del rumor en algunas personas que permanecieron acampando, "a resguardo", seguras de que estaban haciendo lo correcto al dejar abandonadas sus casas, dos días después de que ocurriera el incidente. Para los noticiarios que subieron a los cerros a verificar, esto era algo así como un corolario pintoresco ante el ya muy pintoresco falso tsunami. A mí parecer, ahí subyace otro hecho fundamental acerca del funcionamiento de los medios de comunicación.

Para quienes no conozcan la Octava Región, Concepción es conocido como el "conurbano costero penquista", que comprende a las comunas de Concepción, San Pedro de la Paz, Hualpén, el puerto de Talcahuano y otras. Justamente, la comuna de San Pedro de la Paz fue la comuna en donde el rumor se transmitió más rápido y movilizó más a la población. Y las personas que permanecieron en los cerros eran personas de aquella comuna, de los sectores cercanos al mar conocidos como Michaihue y Boca Sur, ambos de mucho riesgo social y pobreza.

Lo que quiero establecer aquí es que son justamente las personas más pobres y marginales las más sensibles a la mala información. Ellos demostraron fehacientemente que en la pobreza y marginalidad es mucho menos probable que existan criterios de juicio ante información externa, y que a menudo la información es "tragada sin digestión", o "introyectada" como diría algún psicólogo, sin pasar por alguna instancia de filtro.

Es probable que esté inventando la pólvora, pero me parece adecuado aplicar esta idea al caso que nos afectó, porque aquella noche también se movilizó población de sector medio, demostrando que allí también hay sensibilidad ante los medios de comunicación, y que tratándose de información catastrófica, las conductas posteriores surgieron de no cuestionar la naturaleza los datos. Otra vez, no hubo filtro, la información llegó y no se asumió críticamente.

Y en cuanto a los sectores altos, muchos parecieron no enterarse. Coincidentemente (?) los sectores altos viven muchas veces en terrenos geográficamente altos, por lo cual nunca sabremos a ciencia cierta si en esos sectores no se actuó porque había una sensación de seguridad o porque manejaron mejor la información.

Al fondo del asunto no creo que haya una carencia educativa que se reparta en la pirámide social. O sea, no creo que sea sólo eso. Más que falta de cultura (como afirman algunos despistados que creen que eso es posible) o falta de educación, yo hablaría de una falta de "culturalidad", es decir, una falta de participación activa en la red de conversaciones y conductas que constituyen la cultura de una comunidad determinada. Eso implicaría una menor conexión con la información compartida históricamente, toda vez que las experiencias de quienes llevan más tiempo en el grupo social redundarían en una simplificación de la complejidad de elementos que emerjan contingentemente.

Si a eso agregamos una sensibilización más inmediata en términos temáticos y temporales (la exhibición reciente, continua y repetida de la catástrofe real vivida en Asia), entonces es muy comprensible la reacción de la población. Este tema no es menor, creo haber escrito sobre él anteriormente, y apunta a la importancia que tiene "el foco" en los medios de comunicación. Allí donde ilumina la cámara, sea un tema archi conocido o una minucia sin mucha relevancia, nace una noticia que acapara opiniones y levanta revuelo, para que luego la cámara cambie de lugar y se reinicie el ciclo.

Espero sinceramente que esta falsa alarma no caiga en ese ciclo de consumo noticioso, para que antes de pasar a ser un tema archivado se extraigan lecciones teóricas y prácticas de qué hacer cuando un rumor nos cubra y nos arrastre como si de una ola se tratara.



Ricardo I. Alarcón Muñoz.

17 de enero de 2005

Océano Pacífico o Mar Incontrolado: Falso tsunami en Concepción

Como psicólogo, me han preguntado ya mucho, en lo que va del día, qué opino acerca de la finta del tsunami vivida en la zona costera de la provincia del Bío-Bío, Chile, durante la madrugada de hoy Lunes 17 de Enero.


Y no es que mi opinión valga tanto la pena. La verdad es que si me preguntan qué hice respondería que me quedé en casa, con la mochila cargada después de 10 minutos (qué eficiente, hasta yo me sorprendo) con "cosas absolutamente necesarias", según yo: lápiz y papel; documentos y lucas; calcetines y poleras; muda de pantalones, zapatos y ropa interior; y dos litros de agua. Todo en bolsas de nylon anudada, porque si nos pilla el agua, así la mochila flota...


Pero mientras cargaba en esos 10 minutos, no pensaba más que en confirmar la información. Entre las 2 y cinco minutos y las 2:20 no tuvimos ninguna confirmación oficial de información. Extra oficiales, muchísimas: que en Penco ya estaba inundado, que en Conce se abarrotaron las estaciones de bencina, que la gente huía con TVs y petacas... Y cuando le preguntamos al vecino cómo supo él, respondió que otro vecino salió gritando que venía la ola gigante. Y luego de llamar a Carabineros comprobamos sin sorpresa que las líneas estaban saturadas.


Entonces, a las 2:20, con la mochila cargada, lo único que quedaba era esperar que la radio (en mi caso, Radio Bío Bío) dijera algo. Para confirmar o desmentir. Para indicar dónde ir. Para llamar a la calma. Para darnos siquiera la absolución.


Y nada. Falsa alarma.


Bueno, como psicólogo sólo puedo opinar que hubo histeria colectiva, y que no hay plan de contingencia que valga cuando nuestro enemigo es el rumor. Tal cual.


Se pudo haber tratado de un tsunami, una erupción volcánica, una ola de frío extremo, un diluvio inusitado, un meteorito, una invasión extraterrestre o cualquier otro holocausto "jolivudense". Lo que nos afectó a todos por igual fue el rumor, la información tergiversada, la interpretación errónea acerca del silencio de las autoridades, la propagación telefónica de trozos de realidad. Lo que nos inundó anoche no fue el Océano Pacífico, sino un Mar Incontrolado de información infundada, y que al pasar por cada uno de nosotros creció como una bola de nieve.


Alguien me dice que en realidad la ONEMI (Oficina Nacional de Emergencia) no respondió, que Carabineros (la policía chilena) no hizo nada para calmar, que los medios regionales reaccionaron tarde (ni hablar de los nacionales). Admito que todo eso es posible. Pero fueron las palabras las que nos arrastraron y cubrieron, fue la onda de la desinformación la que multiplicó su efecto.


Puede ser que ahora quede claro qué hacer y qué no hacer en caso de que ocurriera algo de verdad. Ojalá haya aprendizaje. Ojalá ni siquiera ocurra alguna catástrofe natural. Porque por ahora, nos salvamos apenas de la catástrofe social: Babel y su confusión.

13 de enero de 2005

Delincuencia y Opinión Pública

Durante la segunda semana de el año 2005 se publicó en Chile, en el Diario La Tercera (11 de Enero), los resultados de una encuesta telefónica llamada “Delincuencia y Opinión Pública”, realizada por la Fundación Paz Ciudadana, conocida en este país por su labor orientada a lanzar luz sobre el tema de la delincuencia.

Según esa publicación, el 61,6% de los chilenos cree que la delincuencia en el país ha aumentado en el último año, en tanto que otro 28,7% piensa que se ha mantenido y el 9,7% opina que los índices han disminuido.

En el mismo estudio, consultadas las personas acerca del futuro en materia de seguridad, el 51,8% de las personas encuestadas piensan que los delitos aumentarán, mientras que el 19,8% estima lo contrario. Por último, el informe reveló que 65,8% de los encuestados manifestó que en el último año la delincuencia ha sido más violenta que en años anteriores, mientras que el 7,9 cree lo opuesto.

La Tercera finaliza el artículo agregando que “Gonzalo Vargas, gerente general de Paz Ciudadana, explicó que la encuesta revela una contradicción entre la percepción de la población y las cifras reales de denuncias, que empíricamente han bajado en los últimos meses. Según el ejecutivo esto se explica porque la baja llega con cierto rezago a la opinión de la ciudadanía, algo que es responsabilidad de la clase política”

Hasta acá todo esto es la información emitida por los medios de comunicación. Más tarde, otros diarios revelaron más informaciones al respecto, y las consecuencias de estas cifras desde la Presidencia del país, desde el Ministerio del Interior y desde Carabineros.

Fuera del provecho político que pudiera llegar a haberse generado, mi parecer es que la explicación del gerente de Paz Ciudadana es, por lo menos, poco imaginativa, y obedece al tenor general que adquieren otras noticias en nuestro país. En Chile los problemas que son noticia (o sea “lo único que ocurre de importancia”) siempre terminan siendo responsabilidad del gobierno y/o de la clase política. No quiero erigirme en defensor de estos dos estamentos ni nada parecido. Sólo quisiera decir que me parecen explicaciones poco imaginativas.

Para resolver el tema, decidí preguntarle a alguien imaginativo, o mejor dicho, a varias personas más imaginativas. Así es que hice una mini-encuesta con cinco niños de hasta siete años. Y les pregunté acerca de asaltos y/ robos que ellos hubieran escuchado. Y ellos me contaron casos atroces, de secuestros y ataques, de armas y otras hierbas.

¿Cómo un niño de 7 años maneja tanta información? Y ellos me dieron la clave. Los hechos narrados no les sucedieron a sus familiares ni a conocidos. Los vieron “en la tele”.

Mi encuesta no es ni representativa ni científica. Ni siquiera espero que lo sea. Pero contagiado por la imaginación de esos niños, me atrevo a apostar que tras hacer un estudio serio al respecto no sería extraño encontrar que los casos más terribles que conocemos de delincuencia los hayamos visto “en la tele”.

Luego de eso, no entiendo cómo a nadie se le ocurre que las personas aprendemos por observación, que nuestras percepciones no están mediadas necesariamente por experiencias directas, sino también modeladas desde agentes socializadores de mayor largo alcance que la familia o los amigos del barrio. Ese día, tras la noticia, nadie recordó hablar de la responsabilidad de los medios de comunicación en las percepciones de la población.

Pero también es lógico. No es muy a menudo que los medios de comunicación se comen la cola a sí mismos o hacen ejercicios de auto-observación. Lo que interesa es ampliar la cobertura de noticias que sean “pop”. Eso “vende” (o por lo menos, eso es lo que nos informan). Quien haya visto “Bowling for Columbine” recordará que este fenómeno sucede también en Estados Unidos.Así es que por ahora, tendremos que aceptar que somos un país con mala información, o informado a medias. Tendremos que esperar que la población, ojalá pronto, se dé cuenta de que a veces los datos reales van en una dirección distinta de la que sugieren la mayoría de los noticiarios.

Rabia

Tengo rabia. Tengo la rabia larga y la alegría del comienzo. Y lloro de ver a mi padre temer y de ver a mi madre entrever. Porque la rab...