15 de mayo de 2011

María y la compleja simpleza de las revoluciones

Si el río corre, no podemos dejarlo correr. Si la consciencia fluye, nos es imperiosa la interrupción. Si la vida da un vuelco, no queremos abandonarnos al asombro.

Y ahí está el origen de la enajenación.

Una antigua maestra vino a horadar mi memoria con simpleza, con palabra certera, con gesto mínimo. Y así, con poco más que sus palabras (un fervor total en el tono de voz, reflejando una vida hecha de tesón y ternura), terminó por recordarme lo que soy.

Soy ese hombre inacabado de música, ávido de asombro, de tenaz persistencia en sus errores. Aparezco lento y con falta tremenda de agilidad. Digo más de lo necesario, y callo también demasiado. Y soy por sobre todo ese niño de escuchar atento, de inquietud permanente, lector y enfermizo, protagonista casual de escenarios, empecinado en prolongar la memoria.

El viernes todo se hizo de golpe y de nuevo en mi cabeza: el discurso cadencioso de Jorge repartiendo inteligencia, la mirada de su pequeñísima y blonda hija Diana, la calma en las palabras de María. Desde la mitad del mundo vino hace casi 25 años a conocer nuestra patria y nuestros andares. Y en aquel entonces nosotros sólo éramos un grupo de lectores que se unían en lo oscuro y clandestino, buscando hablar y cantar en plena Dictadura. En ese entonces todo era rumores y desorden, los papeles y las horas no alcanzaban para entretejer todas las historias (de los que se habían borrado y de los que aún desaparecían, de los que volvían, de los que buscaban volver), y nuestros pensamientos aún estaban amarrados a la esperanza.

Y por estos tiempos en que abunda en mi espíritu la decepción y la tristeza, volvió a aparecer aquello propio. Me comprendí otra vez en mi discurso y en mi forma de contar la historia: no podemos interrumpir al planeta, pero es nuestro deber revolucionar su curso para que siga fluyendo y para que no se estanque la vida. Ahora me recuerdo tal cual en eso mismo, y las cosas que hago/no-hago y que digo/no-digo recobran ese antiguo nuevo sentido.

Es complejamente simple: la memoria no reside en las circunvoluciones del cerebro, sino en las revoluciones del alma. Allí donde nace un recuerdo, nace una consciencia más amplia y más plena y, por tanto, se da un paso más hacia la libertad.

Ricardo I.

PS: María del Carmen Garcés, escritora y poeta ecuatoriana, nos presentó el 13 de Mayo su texto "Conversaciones con Pombo", el más reciente en su investigación de 25 años en torno a la guerrilla del Che Guevara en Bolivia. Su pareja, el argentino Jorge Orduna, es autor del libro "Ecofascismo".

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