19 de febrero de 2006

Triste Febrero

Las sequías intelectuales suceden. Las imprecaciones contra la propia improductividad me asaltan por estas semanas: “¿cómo no has escrito nada? ¿cómo es que nada te llama la atención para compartirlo en Planeta Escribano?”. Y no me alcanzo a responder nada. Sólo me alcanza para dormitar.

Entonces, sin mas augurios, veo la tele: las mismas empresas que hacen sus publicidades habituales ahora han remozado contenidos para el verano. En un minuto veo:

- Un par de pechugas.
- Un culo bronceado, y otro culo moreno visto desde lejos.
- Otro par de pechugas.
- Imágenes de artistas decadentes y emergentes combinados, y una canción de fondo que nos pide que vayamos al Festival.
- Un nuevo par de pechugas.

O sea, entre aviso y aviso de los eventos del verano, tenemos softcore nacional. Eso en menos de tres minutos de ver la pantalla.

Y más tarde noticias. Ya he mencionado en algún lugar anterior que ver las noticias de febrero es un verdadero ejercicio de nobleza en Chile. Las causas no las tengo claras, pero un amigo periodista me comenta que sus colegas en televisión, a la hora de hacer la pauta, reciben órdenes del tipo “¡anda a inventarte una nota, y ojalá sean cinco minutos...!”. Menos mal que ha habido marejadas, fraude electoral en Haití e invierno boliviano, porque de lo contrario los amigos periodistas se aburrirían de modo espantoso.

Entonces, mejor leer. “Orgullo y Prejuicio”, de Jane Austen. Ojalá termine el libro antes de que llegue la película, noticia que me echó a perder la calma que me había deparado encontrar el volumen en el estante de mi polola. Pero sé que valdrá la pena. En estos días de imágenes desechables por la tele, volcarse a las páginas de cualquier libro o revista puede reactivar un cerebro a medio fundir. Tal vez, con un poco de suerte, llueve un poco en mi intelecto, y acabo siendo más feraz en mis publicaciones. Quiera Dios.

Desde el insomnio.

Ricardo I.

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