29 de marzo de 2006

Caballo de Río


¡Qué difícil es la tarea de sacar mi hipopótamo del pantano! He probado con helicópteros, grúas, dispositivos especilizados para hipopótamos, pero por más que intento, nada de nada, y el hipopótamo sigue donde mismo. A veces me mira con ojos de hambre y yo solamente atino a lanzarle silencios y ramas para que coma. Y entonces, en lo máximo de mi apuro, me rebelo ante la andanada del destino.

Mi gato me observa también, pero no me comprende. "¿Para qué quieres un caballo de río?", me dice al tiempo que mueve su cola (Como él habla griego me traduce casi literalmente todas las palabras que incluyen raíces helénicas). Entonces, yo con mi habitual cara de simio, le digo "¡Tú no entiendes! No sabes nada de cosas imposibles..." Mi gato sonríe, obviamente, y contempla la triste tarde.

Porque no es cosa mía solamente. Imagínate que puede ser peor, me digo, y ser que mi hipopótamo sea pariente de otro hipopótamo perdido por ahí, uno que pertenezca a otra persona. Entonces, la preocupación debería ser proporcional a la cantidad de parientes del hipopótamo. Y mi gato vuelve a sonreír con mis elucubraciones. "¡Mensajeros del cielo! -dice- Ayuden a este experto en el alma..."

Claro. Obviamente, me siento doblemente triste, porque en el alma sólo me queda el pesar de no lograr arrancar con habilidad mi hipopótamo del pantano.

Desde la abadía

Ricardo I.

1 comentario:

  1. Ya estas comenzando a agarrar el lenguajeo cuantico ahh!!

    Saludos

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