11 de septiembre de 2009

Día del Miedo

Está esa sensación del miedo. El miedo corroe, difama, provee de excusas. El miedo es un fantasma, una forma de codiciar la calma, pero llenándose de nubes. En un día como de quebranto, pero sin motivos para que los haya. Se inundan los ojos de una desconfianza inexistente pero tremendamente presente. Y se mira por sobre el hombro para ver si alguien viene tras los mismos pasos.

Y luego, en las noticias, todo es malo y tendenciosamente sospechoso. La premura de estar a resguardo hace encabritar al más tranquilo. Se pierde con facilidad todo tipo de sosiego. Ante las dudas, mejor no hablar de nada, porque se puede ser acusado. Las manos buscan ansiosas donde posarse, pero no están bien ni a los costados, ni atrás, ni en los bolsillos. De hecho, hasta se descoordinan del caminar, y el paso se torna incierto.

El que maneja el miedo, se roba la verdad. Y se pierde el aliento con facilidad.

Los ojos se vuelven hacia abajo.

Aparece una voz, la más atrevida, que no hace más que vivir en el mismo miedo, y en función de él se le ve exclamar, decir o proferir. Aquel dice "¡Libertad a tal!. El de más allá proclama "¡Vivan los trabajadores!". A veces prefiere escribir en la pared "A organizarse...". Lánguidamente, la voz del audaz también se apaga.

Pero hay otros. Los verdaderos valientes. Esos que desde otro lugar, más allá del miedo o de una falsa audacia, entienden. Son raros y habitualmente son los primeros en morir. Ellos ya no pertenecen a la patria del miedo. Ellos no le temen a los distintos ni desconfían de sus enemigos.

Ellos cantan por cantar. No por tener buena voz.

El inefable miedo.

Hoy, que es el día del miedo, sólo recordar a los FF "Al final, el amor que das es igual al amor que recibes". Y ya que nos roban la Verdad, hoy cuando menos, para olvidarse del miedo, podemos sembrar y cosechar la Belleza.



A redescubrir la Belleza en los ojos de quienes amamos.

Saludos desde la Abadía

Ricardo I.

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