23 de abril de 2017

Por las páginas

El otro día vi una película menor que denotaba, sin embargo, una de las paradojas más extrañas de occidente: el primer libro impreso por Gutenberg fue uno de religión, que habla de Dios. En una de esas raras bromas que nos juega la historia, el libro más controvertido y en nombre del cual se ha derramado más sangre, se convirtió en el signo inicial del advenimiento de la razón y el libre pensamiento.
Lo que nació allí fue inmenso. Poder contar con un texto, leerlo, hacerse una opinión personal, ser transformado en ese proceso. Una sola versión de los hechos era anquilosante, pero el escepticismo basado en el examen de distintos puntos de vista hasta la comprensión de nuevas verdades emergentes (como dice deGrasse Tyson) hizo que muchas mentes brotaran y crearan los futuros que hoy son realidades.
Por causa de un libro. Y los millones que siguieron.
Me permito un consejo: no le teman al experto en varios libros, sino a aquel que es experto en uno solo (la frase no es mía por cierto, la saqué de un libro que habla de otros libros, como predijo el ciego argentino).
Cuando uno ha nacido en la pobreza (y más aún en dictadura), el acto de leer se convierte en libertad y en el máximo tesoro. Así que valga por todas las hermanas y hermanos que aún no descubren esa aventura y que esperan construir con ansias la vida plena.
¡¡¡Salud y albricias, por las páginas leídas y las que vienen!!!

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