Cuando sea invitado a subir al cementerio de la Fundación Casa de Jorge Amado para ver desde la cima la línea de soldados, casi todos ellos negros, pateando la nuca de matones negros, de ladrones mulatos y de otros casi blancos tratados como negros, sólo para mostrar a los demás casi negros (y son casi todos negros) y a los casi blancos pobres como negros cómo es que los negros, pobres y mulatos y casi negros casi blancos de tan pobres son tratados; y cuando no importe si los ojos del mundo entero estén vueltos hacia Largo (do Pelourinho), donde los esclavos fueron castigados, y escuche el batuque, un batuque, con la pureza de los niños de escuela secundaria uniformados en día de desfile, mientras la grandeza épica de un pueblo en formación nos atrae, nos deslumbra y estimula.
(No importa nada: ni la marca en el desván, ni la lente de lo fantástico, ni el disco de Paul Simon. Nadie. Ninguno es ciudadano.)
Si usted fuera a la Fiesta de Pelourinho, y si no fuera, piense en Haití, rece por Haití.
Haití está aquí.
Haití no está aquí.
Y si en la televisión viera a un congresista entrando en pánico mal disimulado ante cualquier, pero incluso cualquier, cualquier, cualquier, plan de educación que parezca fácil, que parezca fácil y rápido, que vaya a representar una amenaza de democratización de la enseñanza de primer grado, y ese mismo diputado defienda la adopción de la pena capital, y el venerable cardenal diga que ve tanta alma en el feto pero no la ve en el marginal, y si al cambiar la señal del viejo signo rojo habitual ve a un hombre orinando en la esquina de la calle sobre un saco brillante de la basura de Leblon, y oye el silencio sonriente de Sao Paulo antes de la matanza.
(Ciento once presos indefensos, pero los presos son casi todos negros, o casi negros, o casi blancos casi negros de tan pobres, y los pobres están como podridos, y todo el mundo sabe cómo se trata a los negros.)
Y cuando vaya de paseo por el Caribe, y vaya a tener sexo sin condón, y presente su posición inteligente ante el bloqueo de Cuba, piense en Haití, rece por Haití.
Haití está aquí
Haití no está aquí
Grande, Caetano. (Se acepta correcciones a la traducción)
Haití no está aquí.
Y si en la televisión viera a un congresista entrando en pánico mal disimulado ante cualquier, pero incluso cualquier, cualquier, cualquier, plan de educación que parezca fácil, que parezca fácil y rápido, que vaya a representar una amenaza de democratización de la enseñanza de primer grado, y ese mismo diputado defienda la adopción de la pena capital, y el venerable cardenal diga que ve tanta alma en el feto pero no la ve en el marginal, y si al cambiar la señal del viejo signo rojo habitual ve a un hombre orinando en la esquina de la calle sobre un saco brillante de la basura de Leblon, y oye el silencio sonriente de Sao Paulo antes de la matanza.
(Ciento once presos indefensos, pero los presos son casi todos negros, o casi negros, o casi blancos casi negros de tan pobres, y los pobres están como podridos, y todo el mundo sabe cómo se trata a los negros.)
Y cuando vaya de paseo por el Caribe, y vaya a tener sexo sin condón, y presente su posición inteligente ante el bloqueo de Cuba, piense en Haití, rece por Haití.
Haití está aquí
Haití no está aquí
Grande, Caetano. (Se acepta correcciones a la traducción)
No hay comentarios:
Publicar un comentario