17 de enero de 2005

Océano Pacífico o Mar Incontrolado: Falso tsunami en Concepción

Como psicólogo, me han preguntado ya mucho, en lo que va del día, qué opino acerca de la finta del tsunami vivida en la zona costera de la provincia del Bío-Bío, Chile, durante la madrugada de hoy Lunes 17 de Enero.


Y no es que mi opinión valga tanto la pena. La verdad es que si me preguntan qué hice respondería que me quedé en casa, con la mochila cargada después de 10 minutos (qué eficiente, hasta yo me sorprendo) con "cosas absolutamente necesarias", según yo: lápiz y papel; documentos y lucas; calcetines y poleras; muda de pantalones, zapatos y ropa interior; y dos litros de agua. Todo en bolsas de nylon anudada, porque si nos pilla el agua, así la mochila flota...


Pero mientras cargaba en esos 10 minutos, no pensaba más que en confirmar la información. Entre las 2 y cinco minutos y las 2:20 no tuvimos ninguna confirmación oficial de información. Extra oficiales, muchísimas: que en Penco ya estaba inundado, que en Conce se abarrotaron las estaciones de bencina, que la gente huía con TVs y petacas... Y cuando le preguntamos al vecino cómo supo él, respondió que otro vecino salió gritando que venía la ola gigante. Y luego de llamar a Carabineros comprobamos sin sorpresa que las líneas estaban saturadas.


Entonces, a las 2:20, con la mochila cargada, lo único que quedaba era esperar que la radio (en mi caso, Radio Bío Bío) dijera algo. Para confirmar o desmentir. Para indicar dónde ir. Para llamar a la calma. Para darnos siquiera la absolución.


Y nada. Falsa alarma.


Bueno, como psicólogo sólo puedo opinar que hubo histeria colectiva, y que no hay plan de contingencia que valga cuando nuestro enemigo es el rumor. Tal cual.


Se pudo haber tratado de un tsunami, una erupción volcánica, una ola de frío extremo, un diluvio inusitado, un meteorito, una invasión extraterrestre o cualquier otro holocausto "jolivudense". Lo que nos afectó a todos por igual fue el rumor, la información tergiversada, la interpretación errónea acerca del silencio de las autoridades, la propagación telefónica de trozos de realidad. Lo que nos inundó anoche no fue el Océano Pacífico, sino un Mar Incontrolado de información infundada, y que al pasar por cada uno de nosotros creció como una bola de nieve.


Alguien me dice que en realidad la ONEMI (Oficina Nacional de Emergencia) no respondió, que Carabineros (la policía chilena) no hizo nada para calmar, que los medios regionales reaccionaron tarde (ni hablar de los nacionales). Admito que todo eso es posible. Pero fueron las palabras las que nos arrastraron y cubrieron, fue la onda de la desinformación la que multiplicó su efecto.


Puede ser que ahora quede claro qué hacer y qué no hacer en caso de que ocurriera algo de verdad. Ojalá haya aprendizaje. Ojalá ni siquiera ocurra alguna catástrofe natural. Porque por ahora, nos salvamos apenas de la catástrofe social: Babel y su confusión.

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