14 de octubre de 2005

Obra de arte

Nacimos para la vida, y también para la muerte. Hoy cuando me levanté, me di clara cuenta de ello, y no necesité verlo ni con el rabillo del ojo. Estaba simplemente ahí, la existencia toda custodiándome y cuidándome para un futuro que no conozco y que sólo capto de perfil.

Entonces me propuse que, de acá en más, trataré de que cada encuentro casual, cada cita con la risa, cada juego y cada palabra, sea una obra de arte.

Dirán que es muchísima energía o que es demasiado tiempo. Pero no. Tras cada voluntad de hacer que los actos (mis actos) sean totales, de vuelta me voy nutriendo, y cada palabra sincera que recibo en mis oídos me convence de que algo cambia (para bien) en estas vibraciones diarias, en estos ritmos persistentes que constituyen el alma.

Todo fluye. Estas palabras fluirán en la mente o en los labios de algún lector furtivo o de un asiduo recolector de anécdotas. Y el flujo permanecerá en su "estar siendo" a través de la memoria.

Hace casi una semana, sobre un escenario, desplegamos "Se wanted Joaquín Murieta", con la Compañía de Teatro "La Pituca". Hoy, mañana y pasado, de nuevo se desplegará la magia sobre las tablas.
¿A dónde puede llegar un hombre cuando las emociones traspasan su alma hasta reconstruirlo en la rabia o la venganza, en el deseo de recuperar el amor arrancado?
¿A dónde recuperar la calma, para volver a brotar?
Hay mucho cariño puesto en esa obra, mucho corazón. A quien me lea, que trate de ir a verla.


Desde el río.

Ricardo I.

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