19 de noviembre de 2005

Oportunidades y derechos. Satisfactores y necesidades.

Recuerdo claramente que alguien me mencionaba, mientras veía la noticia del lanzamiento de "Mi Primer PC" por parte del gobierno, que era un poco cruel ver a niños subnutridos en India o en África recibiendo computadores o notebooks en lugar de comida. La misma persona, cuando escuchó la idea de que gran parte del problema de la pobreza se podría amortiguar facilitando el acceso a internet o a telefonía móvil en población de escasos recursos, me comentó "claro, ahora van a ponerse de acuerdo por mail pa' transar la droga...".

Luego de la rabia y la sorpresa, consideré que a estas alturas no debiera extrañarme, porque sucede muy a menudo cuando el tema "pobreza" sale a colación: un grupo de personas piensa que los pobres son inválidos que necesitan asistencia, otro grupo de personas piensa que son lacras sociales asociadas indefectiblemente a temáticas como el tráfico de drogas o la delincuencia, y otro grupo de personas mezcla un poco de ambas alternativas.

Y también sé que hay personas que no se encasillan en ninguno de estos grupos. Personas que sospechan que quebrando las lógicas de la imposibilidad y de los peligros, se puede conseguir cambios de largo alcance en la estructura social.

Pero en fin. A donde quiero apuntar es a otra cosa: creo que cualquier consideración de aplicación de estas ideas "revolucionarias" (o de otras similares) requeriría de un análisis de las oportunidades que se le pretende otorgar a las personas en situación de pobreza, y de las necesidades que se pretende satisfacer. Porque el discurso público dice que, para que las "necesidades de la gente" sean resueltas, debemos otorgarles "oportunidades". Suena de una lógica aplastante. Con las oportunidades adecuadas, cada uno podría llegar a cubrir sus necesidades fundamentales: necesidad de vivienda digna, de salud, de educación, etc.

Yo no estoy de acuerdo con esa lógica por dos razones. La primera y más simple, es que pensar en términos de oportunidades nos puede conducir peligrosamente a perder la perspectiva del tema de los derechos humanos. Obvio. Si pienso que las personas deben tener oportunidades para cubrir sus necesidades, y esas necesidades son vivienda, salud, educación, etc., en el fondo digo que no interesa garantizar el derecho a la vivienda, a la salud, a la educación..., sino que rifo oportunidades para que las ocupe el que quiera. Y, señoras y señores, los Derechos Humanos (así con mayúscula) no son para el que los quiera ejercer u ocupar, sino que son para todos. Es el mínimo posible. Es la línea base de la que debemos partir. ¿O no era esa la idea de la Declaración Universal?

En segundo término, y admitiendo que las oportunidades sean un elemento importante para la superación de la pobreza (que sí lo son, sólo las pongo en tela de juicio para ejercitar la reflexión), sea cual fuere la manera de mejorar el acceso a ellas, habría que tener en consideración que no se puede confundir las necesidades humanas, con los satisfactores de esas necesidades.

Una vez más, el mapa, amigos y enemigos, no es el territorio. Tendemos a confundir lo que queremos con lo que necesitamos. "Me quiero comprar un notebook" suena similar a "Me tengo que comprar un notebook". "Necesito un celular con cámara" rima con "Quiero un celular con cámara". "Me hace falta un auto" se confunde con "Me encantaría tener auto".

Yo no digo que no haya que darse un gusto, si es que es posible dárselo. Lo que digo es que es tan fácil la confusión, que podemos no darnos cuenta de que a veces nos queremos comprar un auto por reconocimiento social y no por necesidad de transporte o independencia. O puede ser que con la excusa de que "hoy en día es necesario", tengamos un PC en casa en el que sólo escribimos en procesador de texto y jugamos a los naipes, pero compramos el último y más caro porque "cómo no iba a tener grabador de DVD...".

Sin embargo, como dice la canción: "en el mismo barro, todos revolca'os". Yo no escapo a estos "pecadillos". Las personas de estratos sociales más altos tampoco (observen la cantidad de 30-añeros con I-Pod en la calle, y se darán cuenta de que es el juguete de esos niños grandecitos, o las PDAs de los ejecutivos para sacarle fotos a las piernas de la secretaria...). Los de estratos sociales más bajos son los que más rápidamente compran televisores o equipos gigantescos para escuchar su música.

Y todo eso es fruto de la confusión que menciono más arriba: entre derechos y oportunidades, entre necesidades y satisfactores. No es un problema inherente a una clase social, a un sector político, a un grupo etario..., esos son prejuicios posteriores que adoptamos para facilitarnos la vida y no seguir escuchando al prójimo. La confusión es una cuestión personal, sumamente cotidiana, sutil y relevante, que puede hacer la diferencia entre ver a los demás como una masa estúpida en lugar de personas inteligentes, entre ver a los votantes como electores en lugar de verlos como ciudadanos, entre ver a quienes caminan por la calle como potenciales consumidores/clientes en lugar de verlos como seres humanos/hermanos.

Bueno. Sólo eso por ahora. Abrazos a todos, desde la abadía.

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