Al parecer, mi tierra es todo lo que tengo. Los aromas y la sensación de que mi paisaje me provee la mitad de quien soy es ahora patente y concreta. Puedo respirar el aire de ser una especie de extranjero, y puedo vivir simulando ignorar la extrañeza. Pero mi vida y mi canto improvisado están amarrados a un río, a la secreta esperanza de pasar de nuevo una tarde por las lluvias que me vieron nacer imaginando que casi nada ha pasado.
Por eso escribo con el alma en un hilo, pendiente de la energía que respira, sabiendo que la aparente violencia no es tal, y que somos nosotros los que vivimos engañados como si la muerte no existiera. Esta Tierra y la Tierra entera vive en la muerte y multiplica la vida en los cuerpos que yacen, recordados u olvidados, porque nuestro pasar es casi nada ante la edad inmensa de las estrellas.
Ese extracto de la Tierra, que suelo llamar Concepción, vive en mí. Jamás será derrumbado en mi corazón.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Rabia
Tengo rabia. Tengo la rabia larga y la alegría del comienzo. Y lloro de ver a mi padre temer y de ver a mi madre entrever. Porque la rab...
-
Leer a Jeff VanDermeer es volver a creer que la ciencia ficción no necesita monstruos ni gestas heróicas ni fantasías utópicas ni distópic...
-
Hace un par de días alguien me preguntó por qué la salud mental está en crisis en Chile. Mi sesgada versión de los hechos se encadena a lo q...
-
Llegar a mi ciudad es una aventura en muchos sentidos. No más arribar desde la carretera que pretende ir al sur, el viajante puede decidir e...
No hay comentarios:
Publicar un comentario