2 de julio de 2005

A cuatro manos

Hubo un día en que dibujé simplemente con mi diestra un trozo de papel para rememorar más tarde lo que ocurría. Pero no bastó, y mis dos manos quisieron acariciar la madera y retornar sobre sus raíces para rescatar los trozos de ventanal roto cuando la Conquista, y la música me arrastró con su peso enorme.

Más tarde el arte se vistió de mujer. Hubo la lenta y fogosa manera de la piel de esforzarse y redibujarse. Hubo el anhelo del amor, el temblor profundo y la explicación ausente tras un labio húmedo.

En algún punto la historia se empezó a redactar a cuatro manos. Las fantasías se empezaron a multiplicar silenciosas y subterráneas, como un discurrir de aguas que buscan un océano en que perderse. Pero también la paradoja se mostró latente, y se hizo carne el esfuerzo por no abalanzarse y detener el deseo. En ese tiempo, si llovía en mí, encontraba jugando el sol que hacía falta.

Ahora los átomos reclaman su carga, los opuestos reverberan lentamente en el vacío sólo por el ánimo de respirar y dar luz al corazón. Aquí, en toda sangre, se intuye la apropiada y justa manera de extrañar y revolver sentidos. Aquí, a mi lado, la sonrisa fluye veloz cuando quiero sol. Aquí permanece el amor esculpido en rocas antiguas, en aprendizajes reinventados, en terrenos fructíferos y prometedores. Aquí está a punto de brotar el mañana que no teme y que inaugura su destino a punta de futuros.

Abrazos recargados.

Ricardo I.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Rabia

Tengo rabia. Tengo la rabia larga y la alegría del comienzo. Y lloro de ver a mi padre temer y de ver a mi madre entrever. Porque la rab...