7 de julio de 2005

...saber agradecer...

Se puede conocer el mundo a contratiempo. Se puede conocer el mundo imaginándolo. Se puede navegar más allá de lo visible. Se puede retornar al punto en que partiéramos. Se puede congregar toda el ansia en un abrazo.

Y puede que...

Antes de que el reloj tropiece, o antes de la imaginación, antes de lanzarse en un mar invisible, antes de volver, o antes de estrechar los cuerpos; antes de todo ello, digo, puede que las iniciales de los nombres se inscriban en sueños para no olvidarlas jamás. Antes de todo ello, se sospecha lo eterno y lo real, lo posible y lo esperable, lo que yace y lo que permanece.

Se puede crear un recreo de los sentidos. Se puede abrir el año en dos mitades. Se puede narrar engaños y persuasiones.

Pero no se puede mentir desde la piel profunda del alma.

Un canto germina valiente para erigirse de recuerdos, o para explorar las memorias perdidas que descansan bajo el océano.

Allí, una llave custodia la alegría.

La certeza de que habrá los segundos en que los labios se encuentren en un momento mejor, será la canción que se tararee y que se componga entre los versos.

Se puede dar pie al azul, pero también a ese mar de aire incontenible que se cierra de enigmas en los cotidianos secretos. Mientras tanto, sea lo que diga el tiempo.

Y agradecer el amor que se crea en silencio.

A la deriva

Ricardo I.

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