Claramente, como si de una isla nueva se tratara, descubrí que callé apenas se declaró el invierno. No quise interrumpir el sonido de la lluvia. No quise adelantarme a un hálito siniestro o perecedero. Simplemente dejé que cayera el agua como bendición de otoño. "Pero ya es invierno", me dije. Y en el fondo, sabía que anhelaba otros paisajes.
Zapallar. Horcón. Tarde de llovizna y arena revuelta de ausencias. Un mar profundamente similar a sí mismo, ralentando los instantes al ir cayendo el agua sobre la orilla.
Y antes, un viaje largo, una conversación foránea.
Pero hoy, después de días, el cansancio. Dos borrachos y preclaros personajes devolviéndome historias inconexas en caminos distintos. Eso es mágico sólo si se quiere. Y yo quise.
Anoté acordes. Hablé de otros a través de mí. Reverberé mis palabras en las cavernas tumultuosas de filósofos nuevos.
Y ahora estoy acá inaugurando la segunda mitad. El otro lado del año es auspicioso. El otro lado de esta penumbra se abre a la luz como si un eclipse hablara a través de la tierra. "Abrir el alma para iluminar". Para eso seguiré despierto.
Ricardo I.
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