1 de julio de 2005

Indaga invierno

Claramente, como si de una isla nueva se tratara, descubrí que callé apenas se declaró el invierno. No quise interrumpir el sonido de la lluvia. No quise adelantarme a un hálito siniestro o perecedero. Simplemente dejé que cayera el agua como bendición de otoño. "Pero ya es invierno", me dije. Y en el fondo, sabía que anhelaba otros paisajes.

Zapallar. Horcón. Tarde de llovizna y arena revuelta de ausencias. Un mar profundamente similar a sí mismo, ralentando los instantes al ir cayendo el agua sobre la orilla.

Y antes, un viaje largo, una conversación foránea.

Pero hoy, después de días, el cansancio. Dos borrachos y preclaros personajes devolviéndome historias inconexas en caminos distintos. Eso es mágico sólo si se quiere. Y yo quise.

Anoté acordes. Hablé de otros a través de mí. Reverberé mis palabras en las cavernas tumultuosas de filósofos nuevos.

Y ahora estoy acá inaugurando la segunda mitad. El otro lado del año es auspicioso. El otro lado de esta penumbra se abre a la luz como si un eclipse hablara a través de la tierra. "Abrir el alma para iluminar". Para eso seguiré despierto.

Ricardo I.

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