La memoria se vuelve de tierra en estos alrededores, cuando nos prometemos que el sol no se ocultará. Dejamos la luz para la patria, el ritmo de nuestros bailes tratando de hacerse paisaje, pero no necesitamos este mes para recordarlo.
La tierra está allí siempre.
Entonces, de estos días terrestres, soltemos la hipocresía. Que si la fiesta lo vale, sabremos cómo no seguir insistiendo en ser de una patria o de otra, porque las fronteras vinieron tiempo (mucho tiempo) después de que existiera el sentirse del valle o de la costa o de la cordillera. Antes que todo, seguiremos siendo paisanos, de ciudad o de campo, folkloristas de nuestras propias familias.
La tierra sigue allí siempre.
Ahora sólo celebremos la dicha de seguir diseminados, de seguir teniendo la oportunidad de mezclarnos y perdernos los unos en los otros. Más que pintar las calles con tonos de bandera, pintemos el corazón con esa otra patria (la patria grande) a que llaman vida.
Buscando la raíz
Ricardo I.
18 de septiembre de 2005
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