Hay una piedra en la que el sol entra como si fuera un invitado, marcando para siempre el giro perenne de nuestro planeta. Hay una piedra entre todas las piedras, señalada y sin marcas. Hay una piedra, feroz como un megalito, que marca una noche y un día en medio de todas las jornadas.
Equinoccio: aquel momento en que lo mismo dura la luz y la oscuridad, y finalmente se impone la fecundidad. El momento en que la piedra deja de lamentar su abandono y sobre ella surge la flor. El momento esperado en que las Gracias danzan en mitad del bosque, inaugurando el ciclo. El momento que Eros ansía ferviente (como un novio misterioso) junto a las puertas de la morada del Alma.
Equinoccio: aquel momento en que el Sur recapacita sobre su vocación de verdor, y disfruta abriendo las mañanas con una brisa nueva y cálida, despampanando a las mujeres y hombres que amanecen en su paisaje.
Valga para todos un buen inicio de este ciclo. Sea la danza de los astros, de los corazones, o de los átomos...
Desde el desorden y la armonía
Ricardo I.
21 de septiembre de 2005
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Rabia
Tengo rabia. Tengo la rabia larga y la alegría del comienzo. Y lloro de ver a mi padre temer y de ver a mi madre entrever. Porque la rab...
-
Leer a Jeff VanDermeer es volver a creer que la ciencia ficción no necesita monstruos ni gestas heróicas ni fantasías utópicas ni distópic...
-
Miro atrás. Allí está mi huella perdiéndose. Adelante está la risa, la propuesta por lanzar. La senda mejor. Y a ella me entrego. Que me inu...
-
Me han preguntádico allá en otras tiérricas qué tal la cósica aquí en Chilítico, si los inglésicos de Sudamérica son los jaguáricos más e...
No hay comentarios:
Publicar un comentario