17 de junio de 2005

A pesar de la noche

La mayor parte de las personas no tienen problemas para establecer su acto de dormir. Yo en esos instantes suelo tener deseos tenaces, ganas de seguir despierto o de viajar, de leer o tocar guitarra. Me aglomero de deseos de escribir, de besar lentamente la piel de mi amante, de reencontrar lo personal con la mayor lucidez que consigo en el día (o casi la única que tengo desde que me he levantado).

Parte de mi arraigo por contar historias ha nacido en esas horas repartidas en cada noche. A pesar de su oscuridad, de su semi-silencio, de su establecida y misteriosa forma de avanzar sobre el mundo, me arremolino entre su ocurrencia para desprenderme y seguir inventando sueños. Sueños despiertos.

Espero, por supuesto, que las intenciones inventadas aparezcan al amanecer. Y si no es así, que se nos entreguen las llaves de la magia del reino onírico, para inventarnos mejores cuentos y ritmos al compás del día.

Ricardo I.

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