6 de junio de 2005

Ahora lo importante es...

La tentación de no dejar las líneas inacabadas me designa: "Hoy escribirás acá. Algo importante."

Llego a Concepción, y eso no es importante. Abro los ojos unos minutos antes, y eso no es importante. Veo una película que habla de los problemas, y otra que habla de las soluciones, y eso no es importante. Vi un héroe trascender el tiempo, y eso no es importante. Reduzco la velocidad, y eso no es importante.

(Lo que interesa. Lo importante. Lo que de veras mueve. Lo que surge y lo que sangra. Lo que pende de todos los hilos. Los inacabados y los otros. Los que tiernamente se funden en hogueras. Los que sonsacan sonrisas. Los decires y venires.)

Albergo una meditación entre una carretera y otra.

Eso parece ser algo. ¿Y qué más pasó? Suspendí la hora en esos momentos, en medio de la niebla. Simbolos..., parecían símbolos.

La escena es compleja: termina una película, siento que el tiempo que corría en ella se transforma lentamente en un término de domingo, o un término de semana. Y percibo el olor de una semana naciendo.

Allí, la meditación. El reflejo de la luz sobre el asiento de enfrente era todo lo que existía en el cosmos. Pero no. Detén eso. Película..., música, eso es. La película termina con música italiana. O por lo menos ese estilo. Luego los violines, no sé, tal vez los violoncellos, repiten un acorde. Allegro.

Repiten. Repiten. Repiten. Tú ahora te quedas con ese sonido. Es decir, yo me quedo con ese sonido y lo mantengo. Y brilla la luz sobre el asiento de enfrente. Frío de ventana. Calor de bus. Un mareo.

Claro, un mareo, y una rara temperatura y la luz y la música. Ahora lo veo de nuevo. Todo se pierde. Todo. Todo. Adiós juegos mentales. Adiós.

Estoy aquí suspendido otra vez. Estoy en medio de mí.

Teléfono.

Durante los instantes anteriores logré perderme de mí. Era todo lo que acontecía menos yo. Y pude decir con propiedad que la llamada fue coincidente con ello. Así nada más.

Creo que eso es lo importante: medité en medio del viaje, sin más. Se viene todo. Y todo lo dejaremos atrás. Si nos perdemos, logramos de nuevo lo importante, en mitad del viaje. Perdidos de nosotros se puede ir más seguro.

Ricardo I.

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