Miren:
Yo vengo de una tierra áspera, con tierra de colores. Desde ahí veo industrias, casas, árboles, más casas, humo, nubes y humo. Casi no hay sonidos de automóviles agitándose en horas de alto tráfico, y poca algarabía de niños reuniéndose para chismear. Los domingos, claro, hay fútbol y gritos, señales de multitud, comentarios a voz viva. Luego, a celebrar o a consolarse con alcohol, por aquí cerca o en sus propias casas.
Y en eso, casi toda mi vida, no he visto a nadie caer muerto por las preocupaciones políticas, y jamás he visto al "país preocupado" que nombran por la tele. Sí he visto colas en los consultorios, llenas de personas que esperan por salud, y que si pueden arrancarle algo al sistema a punta de mañas, lo hacen.
Cosas más curiosas he visto en Concepción, en pleno centro. Por ejemplo, caballeros de edad que cruzan con rojo, y que luego despotrican en los cafés por las faltas que cometen los personeros de gobierno (a propósito recuerdo a un amigo que invocaba el "criterio" para conducirse por las calles, pero cuando juzgaba a los funcionarios de gobierno opinaba que había que hacer caer sobre ellos todo el peso de la ley). He visto también mujeres que se quejan de ser vistas como objetos sexuales, y que miran subrepticiamente las vitrinas en busca de la ilusión de lucir mejor. Hombres que se desencajan con morenas o rubias o trigueñas, y que casi son atropellados. Dos niños aspirando neoprén al lado de la catedral. Niños-paisaje, que todos saben (sabemos) que están. Pero prefieren (preferimos) no ver.
Veo noticias, y las paradojas se comen la cola, se vuelven contra sí mismas. Por ejemplo, vi militares desesperados por encontrar desaparecidos; y vi a personas casi sin dinero viendo programas o novelas en sus grandes televisores de casa; y vi a muchos diciendo que se sentían olvidados mientras por otro lado discriminaban a pobres y a ricos; y personas que dicen que les criaron duramente y que nunca se traumaron, y que hoy se endeudan para que sus hijos tengan todo menos su cariño.
Yo por supuesto no escapo a las paradojas. No creo en el sistema y para gestionar mi dinero lo hago en un banco. Recomiendo a veces a muchas personas a que regulen sus ritmos de sueño, y los míos siguen irregulares. A veces me siento alegre, y me muerde el descontento porque lo que me alegra no todos tienen oportunidad de conocerlo. Y hay momentos en que lo que tengo me parece demasiado, a pesar de haberlo buscado y disfrutado.
Me hundo en paradojas también, y "me contradigo, y qué, si soy un cosmos". Y no porque yo lo note o lo pronuncie me exculpo o me aparto. También me confundo en la marea de cosas que se contraponen para hacer que el vitral vital, el de lo cotidiano, resulte más hermoso cada día. En especial ahora en este mes que despierta.
Saludos.
Ricardo I.
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