Habrá lo inacabado y lo inamovible. Habrá este día en la memoria. Habrá por supuesto la huella del silencio.
Qué grato es lo cotidiano. Qué grato lo excepcional de las rutinas. Por ejemplo, hoy día, antes de que torpemente soltara mi bolso sobre la cama, supe que sería exactamente distinta la forma de mi cabecera cuando volviera a dormir sobre ella al ser de noche.
Ahora, que restan segundos para intentar el sueño, sé que lo excepcional de ese instante casi pudo perderse durante la vigilia. Y llegado el caso, mi cansancio será capaz de anular una forma que sutilmente se hubo grabado para mí y por mí.
Así mismo, y como si las coincidencias faltaran, diré que es excepcional también cada decisión de respirar y darse aire, de eliminar lo cotidiano, de encontrar lo nuevo en cada instante consigo mismo. Es una buena receta. Yo, que permanezco suspendido, sé que habrá la noche vacía, pero también sé que habrá la noche en que sobre una cama, me ría (sin soledad) de todo lo que hoy sucede y lo que seguirá ocurriendo.
Desde el suspenso permanente
Ricardo I.
10 de agosto de 2005
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