15 de agosto de 2005

Repito

... tengo mi guitarra, por supuesto, que me canta los encuentros:

- Hubo un almuerzo, junto al sol de Concepción, con Rodrigo. Encuentro con el reflejo o la hipótesis de las repeticiones.
- Hubo una pequeña casualidad que me hizo hallar a Marcela, la actriz y malabarista, rebuscando libros en un fin de semana cualquiera. La historia de las polaridades y las ansias del arte entre los dedos.
- Hubo el sosiego de un café antes del concierto (antes del piano y la magia en el balcón). En eso, me encuentro conmigo en un espejo. Era el eco de otro encuentro.
- Hubo la llamada perdida, y la sin perder, la angustiosa utopía de lo continuo en mitad de la soledad. Los brazos confundidos en la penumbra.
- Hubo canciones y melancolías. Sonrisas ante las cámaras. Sonrisas profundas por las ironías y por los brindis y los mejores tiempos.
- Hubo el encuentro con los compañeros (Claudio, Emilio, y sin quererlo, también Mauricio). Más café, más luces, más conversacions cruzadas. La hora feliz, la hora más secreta, la hora más oscura, la hora y el delirio. El latido de un trasnochado intento.
- Hubo la lluvia.
- Hubo estas últimas brisas, en la rebeldía. Las canciones que vienen y las que no pasarán por alto que las ansias requieren buenos sonidos y presencia.

Todo esto y las coincidencias. Por que también hubo la noción (durante estos días) más profunda y que no descansa. Esa intuición que se alarga y que no pretende agotarse. Pero, pensándolo bien ¿para qué hablar de las coincidencias cuando este corazón ya sabe que esos instantes se repiten en otra latitud y sin aviso?

Me quedo en pie, mirando las nubes. Ayer y antes de ayer tembló imperceptiblemente. Mañana volverá a temblar de improviso.

Desde el augurio

Ricardo I.

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