4 de agosto de 2005

No bien hubo amanecido

Y claramente fue la aurora. Fue la luz de la estrella matutina, el lucero vespertino, la lengua de pirámides que se conjuga, para decirnos cómo lejanos estamos, y cuánto de recordar nos queda. Te encontré hace unos días y encontraste mi sombra.

Es el viento, también el corolario de una frase. Sin tiento y con denuedo, apresurando la brisa. Sin palabras y faltándome el aliento.

Claramente fue la aurora, el rocío de finos dedos, y no bien hubo amanecido pensé en ti, en haberte conocido recién y en mandarte un mensaje silencioso: aquí siempre estuviste y estarás en otro rincón de cualquier esquina muda.

Desde la eterna incertidumbre

Ricardo I.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Rabia

Tengo rabia. Tengo la rabia larga y la alegría del comienzo. Y lloro de ver a mi padre temer y de ver a mi madre entrever. Porque la rab...